miércoles, mayo 23, 2007

PRINCESA SIN PRÍNCIPE

Han pasado varios días, pero el recuerdo de su mano grande y morena acariciando suavemente mi mejilla a modo de despedida aún me provoca escalofríos. Estábamos los dos junto a la puerta y la multitud gritona y apelotonada parecía no existir. “Gracias por venir”, le dije yo mientras pensaba “no quiero que te vayas”. Entonces él me acarició de esa manera y se despidió. “Adiós princesa”.

Pero eso fue muy tarde, y antes habían pasado tantas cosas…
La gente se lo estaba pasando bien. No es de extrañar, porque había litros de vino y de cerveza y muchísimas ganas de juerga. La cena iba saliendo escalonadamente; tanto que aún no habíamos terminado y el local ya se estaba llenando de gente ajena a la fiesta. Yo estaba emocionadísima poniendo (con algún que otro fallo técnico bochornoso) la música que me hace bailar a mi y, por extensión, a mis amig@s del alma. No les debió parecer mal a los extraños, porque también bailaban e incluso una guiri rubia, guapa y sonriente vino a agradecerme la selección. El caso es que me sentía feliz, relajada y ligeramente etílica.
Cuando la mirada del dj del local me dijo “estoy a punto de ir a la cocina a buscar el cuchillo del jamón” decidí dejar de jugar a soy dj y reunirme con mi troupe. Marc el burbuja, con el que había intercambiado saludos y un poco de tontería al llegar se me acercó más de lo normal y me dijo con una preciosa sonrisa que hubiera preferido algo más de pop pero que le había gustado mi “actuación”. Saltaba a la legua que mentía pero no me importó lo más mínimo. Se me antojó guapísimo en las distancias cortas y constantemente tenía que reprimir el impulso de pasar mi mano por su pseudo-afro cabellera, que ejercía una atracción indescriptible sobre mí.
Pero como yo era la princesa por un día de la fiesta tuve que ir interpretando mi monárquico papel entre todos los invitados cual Isabel Preysler en casa del embajador, con lo que nuestras conversaciones estaban siendo tan surrealistas y entrecortadas como proporcionalmente sugerentes. Estaba casi segura de que teníamos muchas probabilidades de acabar liados esa noche.
–El burbuja te pega mogollón –me dijo una Marta feliz y borracha.
–Es mono, ¿eh? (qué queréis que os diga, las conversaciones de niñas, o al menos las de Marta y la menda, suelen ser así).
Y las dos lo miramos como si estuviéramos examinando un vestido de Miguel Palacio, con la cabeza ladeada y cara de tontas.
La noche avanzaba y Marc estaba increíble. Divertido, chisposo, cariñoso y encantador. Además llevaba él toda la iniciativa, lo cual para mí suponía un alivio y una experiencia nueva y relajante: se acercaba y me traía vino, me guiñaba el ojo cuando nuestras miradas se cruzaban, me decía lindezas cuando pasaba a mi lado para ir al lavabo…
–Está en el bote – me soltó Marta cuando le oyó decir “hoy estás guapísima”.
–Mientras no me venga con una excusa de última hora
–¿Tipo Mario?
–Tipo “los-frikis-con-los-que-últimamente-se topa-Mila”
–O sea, tipo Mario.
Pues sí, tipo Mario.
Cuando Marc en uno de sus acercamientos puso sin venir a cuento su mano en mi cintura para hablarme y ya no la sacó, ví claro que a este chico no le rondaban por la cabeza muchas dudas existenciales acerca de la comunión perfecta hombre-mujer. Y allí estábamos los dos, hablando de tonterías con su mano en mi cintura y su boca rozándome casi el oído al acercarse para hablar cuando de pronto lo ví entrar. Solo, despistado, tratando de avanzar entre la gente. Me quedé helada, como en standby. Era él, el señor Maravillas. Murmuré una disculpa rápida a Marc y fui hacia él. En ese instante me vio. Se dirigió hacia mí con su preciosa sonrisa y ese aire de no encajar en ningún sitio y nos encontramos en un punto medio, entre un inglés borracho y enorme y un grupo de chicas que bailaban en corro.
–Has venido…
–Felicidades
Nos dimos dos besos.
–Estás muy guapa –me dijo. Y yo me derretí un poquito.
Miré rápidamente alrededor
–¿Has venido solo?
–Estoy con unos amigos aquí cerca y he pasado a saludarte. Bueno, y a darte esto.
Era una selección de cedés de Nina Simone. Hacía tiempo, en una de aquellas tardes en que nos lo pasamos tan bien hablando de la vida, cuando aún creía que el hombre de mi vida podría serlo de verdad, los dos habíamos comentado que era muy graciosa la escena en que Julie Delpy imita a la maravillosa Nina Simone delante de Ethan Hawke en “Before sunset". Me entraron ganas de arrebatarle la mesa de mezclas al señor dj “mira que funky soy” y poner a todo volumen “Feeling good”.

Nos fuimos apartando poco a poco del inglés borracho y nos quedamos junto a la pared. Le invité a una copa. Brindamos por mí, por la Velvet Underground, por Johnny Cash y por Nina. Pasado el corte inicial nos sumergimos en una de nuestras conversaciones interminables. Los colegas que se iban yendo nos interrumpían para despedirse, pero él seguía allí. Había momentos en los que perdía el hilo de lo que me estaba diciendo; sólo oía los latidos de mi corazón. De vez en cuando se nos acababan las frases y nos quedábamos callados, mirándonos y sonriendo como un par de idiotas. En uno de esos momentos pasó Marc por allí, puso su mano en mi cintura, me cogió la cerveza, le dio un trago, me guiñó el ojo y se fue. Creo que me puse un poco roja. El señor Maravillas lo miró de reojo pero no pareció sorprendido. No preguntó. Yo tampoco dije nada.
Al cabo de un rato la carroza comenzó a convertirse otra vez en calabaza.
–Tengo que irme –me dijo.
Le acompañé a la puerta.
–Gracias por venir.
Y entonces vino lo de la mano, y el “Adiós princesa”. Nos dimos dos besos y mi mano se entretuvo más de lo necesario en su nuca.
Al día siguiente me desperté en mi cama y con Marc a mi lado. Fue divertido. Marc me gusta mucho. Pero me sentía rara. Como si le estuviera siendo infiel a alguien.
Quizás a mi misma.

miércoles, mayo 16, 2007

LA CUENTA ATRÁS

Hoy cumplo 30 años. Algunos y algunas ya sabéis que no llevo muy bien el tema del paso del tiempo, aunque siempre es mucho mejor cumplirlos que no cumplirlos. Lo de cambiar de década ya es demoledor. A veces me imagino que si muriera en un accidente de tráfico, en el telediario dirían que falleció "una mujer de 30 años" y no una chica de 30 años. Entonces me miro los pies, me veo las Converse y el bajo del tejano, y no entiendo la relación biológico-perceptiva del concepto "edad". Por otro lado, tampoco me apetece padecer el síndrome de Peter Pan for ever, pero es que me siento más joven. Adolezco de inmadurez.
¿Cómo celebrar el cambio de dígitos? Pues he montado una fiesta con mis amigos y amigas del alma para el sábado. Va a haber buen rollo, alcohol y música, que ahora mismo son mis intereses más inmediatos. De hecho, haré mis pinitos como dj gracias a un acuerdo con la gente del local, aún a riesgo que los susodichos amigos/as del alma dejen de serlo. Mi otro interés, los hombres, ha pasado a un segundo plano, aunque espero que la apatía me dure sólo unos días.
Recuerdo con nostalgia mis veranos de adolescencia en el pueblo de mi padre. Allí conocí a una chica de mi edad y durante un tiempo fuimos amigas. Luego la distancia hizo bien su trabajo y perdimos el contacto. Ella vivía allí y su realidad era extremadamente diferente a la mía. Cuando tenía 18 años su novio la dejó. En su desconsuelo, pronunció una frase que se me quedó grabada: "¿Y qué voy a hacer ahora con 18 años
y sin novio?". Se sintió condenada. Yo le contesté algo así como "vivir la vida" pero no pareció entusiasmarle la idea. Al poco tiempo se casó con otro chico de por allí.
Estos días, cuando la fecha crítica se iba acercando, me ha asaltado recurrentemente el pensamiento de "con 30 y sin novio" pero tras un exhaustivo repaso de mi lista de novios "oficiales" (y alguno me duró bastantes años, no creáis) la conclusión aplastante ha sido que me siento infinitamente satisfecha con mi estado actual. Así que a la pregunta "¿Y qué voy a hacer ahora con 30 años y sin novio?" me contesté: "Una fiesta de las que no se olvidan".
Me puse manos a la obra y ya está todo más o menos preparado. He invitado a muchos amigos que hace tiempo que no veo, porque me apetece estar rodeada de gente que aprecio. También a Marc el bajista y al resto de burbujas. Y ahora viene lo bueno: se lo he dicho al señor Maravillas. Me he arrepentido al instante: existen muchas posibilidades de que se presente con su partenaire. Sé que es un riesgo que corro, pero ahora ya no hay marcha atrás. Fue en un pronto de ésos que tan a huevo pone la opción "send". Antes, cuando había que marcar siete números en un teléfono (¡y en mi casa el aparato era de disco!) había más opciones de replantearse los ramalazos. Pero la tecnología moderna es demasiado veloz. (¿Lo véis? Ya hablo como una abuela). En fin, el único consuelo que me queda es que si viene con su novia se me presenta una ocasión estupenda para sacármelo de una vez de la cabeza. Década nueva, sentimientos nuevos.
Mientras tanto, hay que tomárselo de otra manera. Sonreír a la vida.
Y como podéis apreciar en la foto, ¡lo intento!



jueves, mayo 03, 2007

LAS ACERAS DE NUEVA YORK (Y SUS CACAS DE PERRO)

Ya he vuelto al mundo virtual después del aluvión de trabajo postvacacional y una infección de riñón. Cuando me agobia el estrés, cierro los ojos y recuerdo con nostalgia las aceras de Nueva York y a Sam y se me pasa el cabreo… lo justito.
No voy a contaros cómo es Nueva York, entre otras cosas porque es tan grande y hay tanto de todo que cada persona contaría cómo es su Nueva York. Por eso he decidido hacer un par de listas. Ahí va la primera.

5 RAZONES POR LAS QUE VIVIRÍA (UNA TEMPORADA) EN NY
- 1ª (y a años luz de las demás): es el paraíso musical.
En una semana fui a dos conciertos de dos de mis grupos favoritos (Placebo y Kaisyer Chiefs) en una sala de dimensiones aceptables, además de asistir a una sesión de 4 bandas en directo en un garito rockero a cuál mejor (sobre todo unos que tendrán que cambiar el nombre - Bonbond- y el look del bajista si quieren triunfar). Y eso que éramos cuatro gatos aplaudiendo. Allí el más tonto sabe tocar bien la guitarra. El sonido de los locales es exquisito. Las tiendas de instrumentos son enooooormes y están llenas de chicos guapos e interesantes que babean mirando las fenders (huelga decir que yo babeaba mirándolos a ellos). De verdad que si os gusta la música, allí vives en perpetuo estado de excitación musical.










Qué bien se lo pasaron los Kaiser tocando

- 2º: Allí está Sam. Que es un americano que conocí en el concierto de los Kaiser Chiefs con patillas y ojos verdes y aspecto desaliñado que sabe mucho de música y de decir piropos bonitos y que huele a zumo de limón. Y que vendrá a Barcelona algún día (o eso promise me)


- 3º Existen tiendas de segunda mano (o vintage, como dicen las revistas petardas) con cosas chulas y BARATAS (p.ej Beacon’s closet, en Brooklyn). No como en Barcelona, donde además de no valer gran cosa te cobran como si estuvieras comprando en Chanel. Imaginad la ropa de los 60 y 70 de la gente de Nueva York, ésa que hemos visto en mil anuncios, revistas, documentales y revistas.. Pues eso.
Y para muestra un botón de todo lo que compré (y eso sin contar las revistas, los cds, la ropa interior, las coockies de chocolate…).

- 4º El MOMA. Sería feliz si supiera que siempre que me apetece puedo ir a echarle un vistazo a Las señoritas de Avinyó.

- 5º Las tiendas siempre están abiertas. Incluso los supers. A mi horario desquiciado le iría de perlas.





Pero también hay muchas cosas de esa ciudad que pudieron conmigo:


5 RAZONES POR LAS QUE NO VIVIRÍA (UNA TEMPORADA) EN NY
- 1º (y a años luz de las demás): ¿Por qué los americanos te dan órdenes a gritos? ¿Por qué parece que estés constantemente haciendo la mili? Y no hablo sólo del aeropuerto donde of course a grito pelao te hacen ponerte en la cola, esperar tu turno, volver a pasar… Ni tampoco hablo de salir del ascensor del Top of de Rock (la torre del Rockefeller Center) y que la señorita “vehiculadora” te grite que no te quedes ahí, que vayas allá, que te pongas así… Lo más fuerte fue esperar en la cola del lavabo del Roseland, la sala de conciertos que os comentaba, y tener la sensación de estar en Guantánamo: “Ladys, against the wall. Ladys, hold the line, Ladys three more!” nos vociferaba un señor negro enorme y con uniforme (¿será que lo del uniforme les confiere automáticamente una sensación de autoridad que debe ser manifestada a gritos?). Y ya dentro del lavabo, una señora nos iba pasando a ritmo vertiginoso papel de wáter e insistía “Quickly, ladys, quickly”. Yo estaba horrorizada; cuánta tensión para un simple pis.

-2º. Hay demasiado de todo. No es que abogue por el sistema comunista, qué va, lo que pasa es que cada vez que entras en algún establecimiento SEA DE LO QUE SEA te entra una ansiedad ante tantas posibilidades que a veces acabas por no comprar nada. Cada mañana desayunaba en una bonita cafetería de la 2º con la 84 Este. Pues bien, resolví pedir siempre un cruasán porque era incapaz de decidirme entre tantos pies, tantos plumcakes y mil cosas más con nombre rarísimo y aspecto delicioso. Además, nadie parece dudar nunca, por lo que si te pones a mirar y a emitir sonidos como “Mmm”, o “one second…” te miran un poquito mal.

- 3º. Abercrombie & Fitch: El infierno hecho tienda. Tuve que entrar a comprarle unos pantalones a mi hermano y casi salgo en coma. La música está aún más alta que en cualquier discoteca, con lo que debes gritarle (otra vez los gritos) al dependiente mucho y aún así le cuesta oírte. Está oscuro y confuso y hay tíos y tías semidesnudos (eso no tendría que ser un problema, ya lo sé, pero cuando ves a cinco adolescentes acnéicas haciéndose fotos con un musculitos de pecho depilado todo te parece muy patético). El dependiente (chileno) me dijo que además la música era siempre la misma en un bucle sin fin y eso ya me pareció el colofón del averno.

- 4º. Si no eres rico, no creo que se pueda vivir dignamente. Y eso va sobre todo por los alquileres, porque lo que es salir y comer, pues como en Barcelona, más o menos (menos las cervezas, que son más caras). Por cierto, que en un bar me pidieron el passport, qué alegrón. Bueno, a lo que iba, mi hospitalario amigo Nick (un americano guapísimo, culto y homosexual para pena de las mujeres-Carrie Bratshow de piernas maquilladas que coqueteaban con él por doquier) se deja ¾ partes de su sueldo bastante bueno en un cuchitril de Manhattan. Tremendo. Digo yo que por aquí vamos por el mismo camino, pero al menos mi piso tiene dos habitaciones, by the moment.

-5º La gente está sola. En la misma cafetería que os comentaba más arriba la gente desayunaba tecleando en su portátil o hablando por el móvil pero siempre iban solos y se iban solos. Supongo que por eso hay tantos perros y tanta industria canina (y esto es verídico): líneas de ropa para perros en las tiendas más conocidas y también en las más fashion, psiquiatras para perros y gimnasio para ídems. Y claro, cacas de perro. Alucinante.

- 6º (de regalo). Delta Airlines, la compañía que te deja en tierra por overbooking, que no tiene hotel para alojarte (como si en NY no hubiera hoteles), que si te lo dan es para sacársete de encima (una familia llegó a uno derivados desde Delta y resultó que estaba completo; yo decidí volver a casa de Nick one more night) y que te hace esperar una media de 3 horas después de haberte notificado sin demasiada amabilidad que I’m afraid the flight is complet. Aunque hayas llegado 4 horas antes y hayas re-confirmado tu reserva 48 horas antes.

Hay muchísimas más anécdotas de NY: la mujer más fashion resultó ser de Igualada (localidad sita en el corazón de Catalunya), los púberes judíos ortodoxos con todo el kit de ortodoxidad encima tocando la guitarra eléctrica en una tienda, la mujer con rulos que como si nada entró en el metro, el taxista sij que me pidió en matrimonio, las ostras del Atlántico riquísimas del Pastís (mucho más ricas que las del Pacífico). No vi a ningún famoso, (ni a Mark Ruffalo, snif), aunque en Central Park me pareció ver a Scritch, el de salvados por la campana… Pero para explicar anécdotas de Nueva York ya está Silvia, que además de verlas tiene que vivirlas a diario.
Así que no os mareo más.