miércoles, abril 16, 2008

ENCUENTROS INTERGENERACIONALES Y OTROS SALTOS AL VACÍO


El otro día Ewan McGregor me pidió fuego. Bueno, no era él pero se le parecía un montón, sólo que más "apestosillo". Con una especie de caleborroka-koleta y agujeros por doquier. Aún así, qué bueno que estaba. Como no fumo, no pude sacar con parsimonia mi mechero del bolso, acercarlo al pitillo suspendido en la comisura de sus labios y dejar que él parapetara el viento con sus manos anchas, quizás rozando las mías para luego mirarme directamente a los ojos y decirme mientras exhalaba el humo hacia las nubes: "Gracias. ¿Vamos a tomar algo?".
Lo que pasó en realidad es que negué con la cabeza, y antes de que pudiera esbozar mi mejor sonrisa, Ewan ya estaba buscando a otro candidato que le ayudara a aplacar su ansiedad.
Sí, soy peliculera, lo sé. Me imagino un mundo donde las personas no tartamudeamos ni repetimos los mismos chistes ni nos pisamos al hablar, como en las comedias y en las series de televisión. Donde al momento se te ocurre una respuesta más ingeniosa aún que las de Veronica Mars o más rápida que las de los protas de Pushing Daisies. Un mundo en el que los estados de enamoramiento duraran algo más que un par de semanas.
A Néstor le desborda la vitalidad. De todo tipo, también ésa. Pero es un chico de costumbres. Su vida está planificada hasta el 2034. Los sábados, deporte de alto riesgo. Los domingos, escalada. Los lunes y demases, trabajo, los miércoles noche, cena con los amigos. A mi me ha reservado los jueves, que es un buen día.
Por lo demás, es estimulante tener a alguien tan energético al lado. Y agotador. En todos los sentidos. Con él me siento como una "old teenager", término que acuñó mi querido amigo Pep y que estos días me pega un montón. He estado a punto de comprarme unas Victoria, pero no he sucumbido al arrebato Peter Pan.
Yo le hablo de Six Feet Under y le invito a cenar a sitios caros que él no conoce y él me cuenta cómo es caer al vacío, me habla de las constelaciones y su influencia en el ascendente y enumera las bondades del botellón. Luego nos vamos a practicar sexo y fabula con el día en el que podrá irse de casa de sus padres. Una monada.

En el despacho disimulamos, lo que convierte la jornada laboral en algo divertido y estresante al mismo tiempo. A él le daba cosa que Ricardo, su jefe, lo supiera. A mi me da bastante igual, porque no tengo que dar explicaciones a nadie, pero el hecho de que yo cumpla dentro de poco 31 y que él tenga 24 añitos me temo que supondría aclarar más cosas de la cuenta. Además, tampoco creo que esto sea algo muy serio, sinceramente.
Y mientras me dedico a las relaciones intergeneracionales, se me pasan los días, y las semanas. Pero no las preguntas sin respuestas. Como ésta.
¿Por qué me cuesta tanto enamorarme?