martes, mayo 06, 2008

ADIÓS AMIGUITOS


No tiene mucho sentido tener un blog estático. Mi vida va muy rápido y apenas encuentro el momento para actualizarla en este manual inservible. Empezó como un intento de entender las complicadas relaciones sentimentales. Acabó siendo un club. Todos nos veíamos aquí y en otros muchos sitios. Soñé muchas veces que el post final sería para deciros que él, sí, el Sr. Maravillas, por fin era mi Sr. Maravillas. No ha sido así.
Me ha gustado mucho haceros partícipes de mi ajetreo. Que me aconsejarais. Me habéis enseñado mucho: de música, de libros, de aficiones, de leyes y de qué se yo cuántas cosas. Pero sobre todo, me habéis hecho reír. Eso no va a cambiar, porque voy a seguir leyendo todo lo que tengáis que decir.
Yo, de momento, dejo de escribir. No encuentro el tiempo y no me gusta fallar. Y como todos y todas sabéis, nada nunca es definitivo. Esto es un adiós pero a medias; la comunicación sigue monodireccional. Y quién sabe, el día que se materialice por fin el hombre de mis sueños, volveré aquí y lo gritaré a los cuatro vientos. Entonces sí, el manual habrá tenido sentido.
Mientras tanto, ya sabéis donde estoy. Para lo que queráis.

miércoles, abril 16, 2008

ENCUENTROS INTERGENERACIONALES Y OTROS SALTOS AL VACÍO


El otro día Ewan McGregor me pidió fuego. Bueno, no era él pero se le parecía un montón, sólo que más "apestosillo". Con una especie de caleborroka-koleta y agujeros por doquier. Aún así, qué bueno que estaba. Como no fumo, no pude sacar con parsimonia mi mechero del bolso, acercarlo al pitillo suspendido en la comisura de sus labios y dejar que él parapetara el viento con sus manos anchas, quizás rozando las mías para luego mirarme directamente a los ojos y decirme mientras exhalaba el humo hacia las nubes: "Gracias. ¿Vamos a tomar algo?".
Lo que pasó en realidad es que negué con la cabeza, y antes de que pudiera esbozar mi mejor sonrisa, Ewan ya estaba buscando a otro candidato que le ayudara a aplacar su ansiedad.
Sí, soy peliculera, lo sé. Me imagino un mundo donde las personas no tartamudeamos ni repetimos los mismos chistes ni nos pisamos al hablar, como en las comedias y en las series de televisión. Donde al momento se te ocurre una respuesta más ingeniosa aún que las de Veronica Mars o más rápida que las de los protas de Pushing Daisies. Un mundo en el que los estados de enamoramiento duraran algo más que un par de semanas.
A Néstor le desborda la vitalidad. De todo tipo, también ésa. Pero es un chico de costumbres. Su vida está planificada hasta el 2034. Los sábados, deporte de alto riesgo. Los domingos, escalada. Los lunes y demases, trabajo, los miércoles noche, cena con los amigos. A mi me ha reservado los jueves, que es un buen día.
Por lo demás, es estimulante tener a alguien tan energético al lado. Y agotador. En todos los sentidos. Con él me siento como una "old teenager", término que acuñó mi querido amigo Pep y que estos días me pega un montón. He estado a punto de comprarme unas Victoria, pero no he sucumbido al arrebato Peter Pan.
Yo le hablo de Six Feet Under y le invito a cenar a sitios caros que él no conoce y él me cuenta cómo es caer al vacío, me habla de las constelaciones y su influencia en el ascendente y enumera las bondades del botellón. Luego nos vamos a practicar sexo y fabula con el día en el que podrá irse de casa de sus padres. Una monada.

En el despacho disimulamos, lo que convierte la jornada laboral en algo divertido y estresante al mismo tiempo. A él le daba cosa que Ricardo, su jefe, lo supiera. A mi me da bastante igual, porque no tengo que dar explicaciones a nadie, pero el hecho de que yo cumpla dentro de poco 31 y que él tenga 24 añitos me temo que supondría aclarar más cosas de la cuenta. Además, tampoco creo que esto sea algo muy serio, sinceramente.
Y mientras me dedico a las relaciones intergeneracionales, se me pasan los días, y las semanas. Pero no las preguntas sin respuestas. Como ésta.
¿Por qué me cuesta tanto enamorarme?

martes, marzo 18, 2008

SIETE EX Y UN DESTINO

Hay noches aburridas, noches anodinas, noches chispeantes y noches predecibles. Hay noches divertidas, marchosas, espontáneas y noches que son un coñazo. Y muy rara vez, muy de vez en cuando, hay noches gloriosas.

El viernes pasado tuve una de ésas. Una noche GLORIOSA (lo deletrearía a lo Patty Smith si pudiérais escucharme). Un chute de felicidad, de autoestima y de sexo, que para qué negarlo, es un remedio eficaz contra el abatimiento. Una noche que se presentaba anodina, y predecible, y aburrida, y se convirtió en un encadenamiento de éxitos, con pequeña revancha incluida.
Empezó de lo más normalito. Marta había quedado con unas amigas suyas muy majas y me apunté. No teníamos muy claro a dónde ir después de cenar, pero nos apetecía ir a bailar. Sin embargo, en el restaurante se precipitaran los acontecimientos:
––Hey, hola
Me giro y me encuentro con un chico que me suena un montón, pero no caigo. El chaval notó mi cara de apuro y me echó un cable. Era técnico de sonido en una casa de postproducción que yo solía frecuentar cuando trabajaba en la multinacional. Resultó que él había cambiado también de empresa y la nueva celebraba esa noche una fiesta de inauguración a lo grande.
––Ya sabes: barra libre, sorteos…
––Ay, como las de antes, cuando en el mundillo de la publicidad había mucha pasta para gastar en frivolidades. (Aunque no lo parezca, es un sector que ha perdido mucho).
Al ver que me acompañaban nada más y nada menos que cinco féminas le faltó tiempo para alargarme unas invitaciones. Y allí que nos fuimos, contentísimas. Pero lo mejor estaba por llegar.
El local, una sala de fiestas que lleva tiempo en la cuerda floja por la susceptibilidad de la administración, estaba bastante lleno pero sin resultar agobiante. Cuando entramos, sonaban Cansei de Ser Sexy a toda pastilla. Marta y compañía fueron directas a la barra. Yo, al baño.
En el trayecto que iba desde la entrada hasta los lavabos me encontré con cuatro ex -o exes, no sé cómo se escribe- rollos. Cuatro. En realidad no es tan raro cuando has trabajado en varias agencias de publicidad; hay una especie de tendencia enfermiza a tener líos en el sector, que incluye también a los empleados de las productoras, las casa de postproducción y los proveedores cotangenciales (fotógrafos, ilustradores, diseñadores web…). En el caso concreto que nos ocupa, fueron dos compañeros de mi anterior agencia, un realizador de publicidad y un operador de avid.
Todos se mostraron encantados de verme, “Qué tal, cómo te va” “Me acuerdo mucho de ti, siempre pienso ¿qué habrá sido de Mila?” “Vaya, estás igual de guapa como siempre” “¿Dónde andas ahora?” y cosas así.
Excepto el realizador, el resto habían sido sólo líos de noches parecidas a ésta. Y de eso hacía unos cuantos años. Con el realizador había habido reincidencia, pero la historia se autodisolvió por si sola. Éramos bastante incompatibles, aunque había mucha química entre nosotros. Nada más verme se puso muy “cariñoso”; supongo que consideró que el hecho de ser viejos amigos íntimos le daba algún tipo de derecho, cosa que no me gustó nada. Me dio mucha pereza darle palique y con la excusa de ir a buscar a mis amigas, me escabullí.
En el piso de abajo, avisté a un quinto ex rollo (¡y también ex jefe!) y dí un rodeo enorme para no tropezarme con él, porque era muy pesado. Había por fin conseguido una copa e iba directa hacia Marta y el resto, cuando me di de bruces con el sexto ex. Lo curioso de todo es que Guiu no tiene nada que ver con la publicidad; fue el noviete que tuve durante el primer año de carrera y había ido a parar ahí a través de un amigo de un amigo. Estaba igual que siempre y nos hizo una ilusión tremenda reencontrarnos.
Debo confesar que me asaltó un ligero cosquilleo y por un instante reviví sensaciones pertenecientes a otro tiempo. Él y yo habíamos compartido una historia muy bonita con un final algo abrupto. Nos pusimos al día e, inevitablemente, llegó la pregunta:
––Y ahora, ¿estás con alguien?
Mientras le decía que no, sabía que él iba a contestar lo contrario. Sentí un pequeño pinchacito, nada grave. Seguimos hablando un buen rato, cada vez más cómplices, cada vez más cerca.
Las señales de alarma se encendieron. Ya había sufrido por él, hace mucho tiempo. No tenía ningún sentido complicarse de nuevo la vida. Así que decidí salir de esa trampa en la que yo solita me estaba metiendo de cabeza antes de que fuera demasiado tarde.
––Bueno, me voy. He venido con unas amigas. Con Marta, ¿te acuerdas?
––Mujer, después de tanto tiempo sin vernos…
Y empezó a acercarse de nuevo, más de la cuenta, de una forma dolorosamente familiar.
Y entonces, unos golpecitos en el hombro.
Me giré y allí estaba Néstor.
Fue como una aparición. A mi izquierda, el pasado. A mi derecha, el futuro. La ilusión, la sorpresa y, para qué negarlo, las ganas de demostrarle a Guiu que el no estar con alguien no era algo que llevara precisamente mal hicieron que fuera más efusiva de lo que cabía esperar al saludar a Néstor.
––Hey, hola, ¡qué sorpresa! –le dije mientras le abrazaba con soltura–– Espera un momento––Me dirigí al que hace tantos años me partió el corazón––Bueno, Guiu, me ha hecho mucha ilusión verte. Espero que todo te siga yendo tan bien.
Le di dos besos rápidos y cuando ya me iba, me cogió de la mano:
––Mila, cuando quieras nos vemos otro día. Dame tu teléfono.
––No te lo vas a creer, pero no tengo––mentí. Y antes de que hiciera el amago de ir a darme el suyo, añadí: ––¡Hasta otra!
El resto de la noche, pues, era ya inevitable. Ahí estábamos. Néstor y yo. Por fin, en terreno neutral.
––Sabía que te iba a encontrar aquí.
––Pues ya me dirás cómo. Porque yo no lo he sabido hasta la hora de cenar.
––He tenido la intuición cuando venía hacia aquí.
––Ah, es verdad. El destino. Los astros. Vibraciones esotéricas. No me acordaba que tú eres aficionado a estas cosas.
––Tú ríete todo lo que quieras, pero yo lo sabía.
A partir de ahí, todo fue muy rápido.
––¿Ah sí? ¿Y qué más sabes?
––Bueno… Sé que si pongo mi mano aquí…
Puso su mano en mi cintura y me acercó un poco hacia él
––…no vas a quitarla.
–– Mmm…. Yo no estaría tan seguro.
Pero claro, no se la quité.
––Y sé que si te doy un beso…
––Uy, vas un poco rápido, ¿no? Ya veo que es verdad que te gusta la velocidad…
No pareció afectarle mi fingida pose de escandalizada.
––No vas a apartarme…
––Compruébalo.
Amigos y amigas, fue un beso tan glorioso como la noche.
Instantes después estábamos echando un polvo en el lavabo de chicos. Qué queréis que os diga, debe ser que su atracción por el riesgo es contagiosa, porque en ese momento me pareció lo más normal del mundo. Y quizás por eso fue tan genial.
Salimos rápidamente con el pitorreo de los que esperaban fuera aún resonando en los oídos.
––¿Nos vamos por ahí? ––le propuse.
––Al fin del mundo, si quieres.
Me despedí de Marta y las otras con nueva ración de pitorreo y ya en la puerta, mientras me ponía la chaqueta, oí el último “¡Hola, Mila!” de la noche. Era Marc, el séptimo ex.
––Hola y adiós–le dije sonriendo.
Néstor me cogió de la mano y los dos salimos de allí. Sentí la mirada confusa de Marc en la nuca, pero yo sólo estaba ansiosa por llegar a casa y probarlo esta vez en horizontal.

miércoles, marzo 05, 2008

AGÁRRATE FUERTE


Néstor está loco. No loco en plan neurótico, ni loco en plan paranoico, ni loco en plan “oigo voces”. Está loco porque no tiene miedo a nada. Si hay algún psicólog@ en la sala, por favor, que le ponga el nombre técnico. Yo lo voy a definir como “temerario de la hostia”.
Se tira en paracaídas. Muchas veces. Ha hecho montañismo sin cuerdas. El puenting para él es una mariconada. Le encanta conducir cosas muy rápidas: motos normales y de agua, coches normales y de carreras. Su idea de un fin de semana movidito no es salir de copas hasta las tantas o ir a Port Aventura. No, qué va. Él hace snow, y surf, y windsurf y kittesurf y suputamadresurf.
A mi, que el deporte más arriesgado que practico es salir alguna noche con taconazos, todo eso me parece a) muy estresante y b) muy caro. Y eso que a mi me gustan las emociones; no os creáis. Hay gente que se marea en la noria o en la montaña rusa y a mi me chiflan. Y he montado a caballo, y en camello y en coche con mi tía Anita. Pero es que este hombre necesita un chute de adrenalina para que su vida tenga sentido.
¿Qué cómo sé todo esto? Pues nada, ha salido en las conversaciones. Lo típico: "¿Qué, cómo ha ido el fin de semana?" "Nada, he ido a ver a mis padres. Muy tranqui. ¿Y tú?" "Pues, he ido a tirarme en paracaídas". "Anda, qué fuerte. ¿Y qué tal? ¿Era la primera vez?" "Uy, no qué va, si tengo el título de instructor. Si quieres tirarte un día en tándem, conmigo puedes".
Hay que joderse. El tándem lo haría yo con él de muchas maneras, pero no sé si ésta es la primera de la lista. Mi niña Noe, que ya ha probado varias veces esto del salto al vacío, me empujaría ella si tuviera ocasión, pero sólo de pensar en la taquicardia previa al salto al vacío me entra de todo. Sobre todo después de haber oído impasible como Néstor cuenta la “anécdota” de uno a quien no se le abrió bien el paracaídas…
Lo peor, o al menos, lo más fuerte es que nunca se ha hecho nada más que un rasguño. Repito: hay que joderse. Yo me pasé diez años de mi vida yendo en moto hasta que un gilipollas pegó un volantazo y me rompió las dos piernas. Un mes en el hospital sin poder moverme. Tres meses en silla de ruedas. Un año entero de recuperación. Y un barómetro instalado de por vida en la rodilla derecha. Y él, una vez se rompió el dedo meñique. Y ya está.
¿Es un tipo con suerte? Eso parece ¿no? Pero el caso es que él lo achaca “al destino”. Y ahí me ha entrado un poco de urticaria, para qué negároslo. Porque es un concepto con el que no puedo. Es taaaaaaaaaan facilón. “Si está escrito que te tiene que pasar algo, te pasará, vayas en moto, a pie o te quedes en casa”. Traducción: “Si no me ha pasado nada, es porque soy inmune. Soy algo así como Dios". Hombre, digo yo que el azar o la suerte (más concretamente la mala) tendrá algo que ver. Y cuantos más boletos de lotería tengas, más posibilidades de que te toque…
El caso es que creo que Néstor ha subido puntos en cuanto a atractivo “general” (no nos engañemos, el binomio neopreno + tabla es demoledor) pero los ha bajado porque para mi gusto se ha pasado de rosca con esta especie de actitud vital a lo “Crash”. Y no sé si hacer un tándem con él a 4000 metros de altura es una buena primera cita…Aunque desde luego, sería muy original.

lunes, febrero 04, 2008

EMPIEZA EL COMBATE


















Continúa el encuentro. Los dos contrincantes siguen teniendo opciones a hacerse con el título. Pero el empate persiste. Y dejo el símil, que lo mío no es el fútbol.
Voy a intentarlo con el boxeo:

1er ROUND

Néstor: ¿Tienes fuego?
(Me gusta pensar que en realidad me estaba diciendo: ¿Por qué no sales al patio conmigo un rato?)
Mila: No fumo.
(Aunque en realidad le hubiera dicho, “¿En la mirada, no lo ves?”)

Néstor: Yo debería dejarlo.
(Me gusta pensar que en realidad quería decir “no es verdad, pero así quedo como chico preocupado por mi salud”)
Mila: Yo debería dejar la cerveza. Y la pizza 4 quesos.

(Pero en realidad estaba pensando "debería dejar de pensar que está muy bueno, porque se me debe notar en la cara")

Néstor: Sin cerveza y sin pizza la vida no tiene sentido.

(Y me gusta pensar que hubiera añadido “y aún menos sentido tiene que tú y yo aún no nos hayamos liado)

Mila: Es verdad. Algún vicio hay que tener.

(Aunque en realidad debería haber dicho: "Hay abstinencias peores")
Néstor: ¿No necesitas una pausa? Así me acompañas mientras fumo.

Glups

Mila: Sí, no me iría mal.
(Aunque en realidad me hubiera gustado decirle: llámame Madame Rappel, que empiezo a adivinar tus pensamientos).


2º ROUND

DVTCPR (Dependiente de Videoclub que Tararea Canciones de Punk Rock): Hola Mila.

Mila: ¡Dios!¡No puede ser! ¡No puede ser!

DVTCPR: ¿Qué pasa?

Mila: ¡No está! ¡El último dvd de Prison Break no está!
DVTCPR: Espera un mome…

Mila: ¡Voy a cortarme las venas! ¡A tirarme por el balcón! Mi vida ya no tiene sentido. Taquicardia. Dolor abdominal. Tristeza infinita.

DVTCPR: Un momento Mila… (ríe)… Lo tengo aquí, te lo he guardado.

Mila: ¡Aix, gracias, mil gracias! Me has salvado la vida…

DVTCPR: Un desaprensivo quería llevárselo pero aún a riesgo de acabar con múltiples contusiones, le he dicho que estaba reservado.
Mila: ¡Qué atento! Eres mi caballero andante.
(silencio con sonrisa)

DVTCPR: Y ahora que ya has acabado con la segunda temporada, ¿qué?

Mila: No sé… igual debería dejar de ver tanto la tele, que parezco el dueño del perro Pipín.
DVTCPR: ¿Quién?
Mila: Nada, deformación profesional. ¿Alguna idea?
DVTCPR: Mmmmm. Prometo que para mañana se me habrá ocurrido algo.

Mila: Genial. Me voy con Scofield.

DVTCPR: Vale. Pero yo no me fiaría mucho de él. Es demasiado guapo.

Mila: Sí, es verdad. Seguro que si tuviera un grupo, sería el cantante.

DVTCPR: ¡Seguro! (ríe) Hasta mañana.

Con el dependiente me río mucho aunque con Néstor hay más tensión (de la buena, se entiende) en el ambiente. Pero me gustan los dos.
Y ya casi no me acuerdo de Mr. Wonders.




martes, enero 29, 2008

EL DEPENDIENTE DE VIDEOCLUB QUE TARAREABA CANCIONES DE PUNK ROCK

Vaya por delante que mi videoclub no es ni "La Papaya Verde" ni "El séptimo sello tapes" ni nada por el estilo. Lo digo para tod@s aquell@s que os habéis hecho ya un romántico retrato robot del dependiente como un friki cinéfilo lleno de encanto y contrastada sapiencia fílmica. Mi videoclub es uno de esos locales espantosos donde hay cincuenta copias de la peli de estreno de turno que desafían el buen gusto exhibiendo el careto de Nicholas Cage y contribuyendo aún más a que la tarde de domingo sea deprimente, y una sola copia de una peli "menor", (ya no digo de culto, que de ésas no uso), lo que motiva verdaderas peleas en el barro para conseguirla. En mi vecindario de clase obrera los gustos van más por ahí, aiguess.
Sin embargo, el dueño es un tipo encantador y simpaticote que siempre me recomienda películas que no tengo ningún interés en alquilar. Desde hace algunos meses hay un dependiente nuevo por las tardes y los fines de semana. La primera vez que lo vi pensé que había puesto un anuncio en Mondo Sonoro en vez de en Infojobs, porque el chico parecía una estrella del pop-rock: flequillo, chapitas, pitillos, Vans y camisetas de rayas. Ese día comprobé con agrado dos cosas: que era muy mono y que en vez de la bazofia que ponen en la radio fórmula que el dueño tiene sintonizada a todo trapo, en el videoclub sonaba un cedé de los Ramones. Le devolví la película, me llevé otra y nada más.
A partir de ese día, cada vez que volvía y estaba él, constataba su buen gusto musical. Una tarde, sin embargo y para mi consternación, no era así. Y me salió del alma:
–– ¿Shakira? ¿Has cambiado a los Sex Pistols por Shakira?
–– ¡Calla, calla!––me contestó; y juraría que se sonrojó un poco––; se ha estropeado el cedé y sólo va la radio... Pero es una mierda.
Y la apagó.
Desde entonces las conversaciones fueron haciéndose un poquito más largas, nada espectacular. Un día me decía cosas como "Esta película está muy bien. Son historias cortas en París". Y yo miraba la carátula de "Paris je t'aime" donde pone "Historias de amor en la ciudad más romántica del mundo" y pensaba "pues sí, debe ir de eso" pero sólo le sonreía.

El gran salto cualitativo fue cuando por casualidad entré con las baquetas de batería asomando de mi bolso. Venía de mi clase de los viernes y me las había regalado mi profe. Sus ojos se abrieron tanto que sobrepasaron la montura de sus gafas de pasta:
––¿Tocas la batería?
Por aquel entonces yo llevaba cuatro clases escasas, así que tocar, tocar, no se puede decir que tocara mucho (paréntesis: ahora mi técnica baterística ha mejorado, lo cuál me hace muy feliz y muy molesta para los vecinos cuando practico en el taburete del lavabo, cierro paréntesis).
––Bueno, estoy aprendiendo. Acabo de empezar...
––Yo toco el bajo...
"Mierda––pensé–– Otro bajista. ¡Vaya suerte!" Estuve a punto de preguntarle si se llamaba Marc, pero me dio palo darle explicaciones del tipo "mi último novio se llamaba Marc, tocaba el bajo y vestía igual que tú".
Desde entonces siempre tenemos alguna breve conversación musical, hablamos de lo que suena, de lo que nos gusta, y lo hacemos de forma cómplice; como si el hecho de hablar de música en un videoclub nos convirtiera en una raza aparte.
Pero lo que hizo que pensara en él como en un futurible ocurrió hace unos días. Como se me había acabado el repertorio peliculero, encontré una excusa perfecta para acudir día sí día también al videoclub: la primera temporada de Prision Break, serie que no vi en su día. Al darle la carátula él se dirigió al ordenador y al mismo tiempo que me preguntaba: ¿apellido? yo ya le estaba cantando el número de socia, que no sé por qué me lo había aprendido el primer día: 1422.
Se quedó unos segundos parado, y justo cuando tecleaba el número añadí:
––C3PO de nombre.
Se rió un montón. Yo me reí con él. Y entonces dijo,
––A mi no me engañas. Ya sé cómo te llamas.
Y me dio el dvd.
Desde entonces, cada vez que entro en el videoclub me sonríe y me dice, "Hola Mila".


martes, enero 22, 2008

IT'S RAINING MEN

Empezó el 2008 y mi panorama amoroso era desolador. No pude evitar hacer recuento de los fracasos del año pasado, con Mario y Marc encabezando la lista y con algunos secundarios de relleno rubricándola, y me vi en el mismo punto de partida que hacía exactamente 365 días.
––Ala, aquí estamos otra vez, Mila. Prueba–error. Prueba–error. Y mientras, a dos velas.
Al señor Maravillas, ni le mento. El proyecto de trabajo conjunto quedaba en stand by por los siglos de los siglos y con ello, mis esperanzas de arrimarme a él.
––¿Y ahora qué hago yo? Quedaba claro que sólo cabía una respuesta: abrir bien los ojos.

El mundo está lleno de AF's, así que decidí ir a buscarlos. Y no han tardado mucho en aparecer, no. Claro que ya sabéis que no soy demasiado exigente; con que lleven los tejanos escurridos, o un jersey de rayas bonito, o un sombrero andrajoso, o una vespa destartalada, o toquen la guitarra ya flipo. Y sin nada de lo anterior, sólo con que me hagan reír (pero reír de verdad), me vuelvo tonta-tonta.


Al candidato número 1 (con el 2 en el post anterior) le abrí la puerta del despacho un día de diciembre que hacía mucho pero que mucho frío y llovía a cántaros. Yo trabajo de autónoma, pero comparto bonito pero gélido local en el barrio de Gràcia de Barcelona con un estudio de diseño y con una pareja de arquitectos (pareja-pareja). Los del estudio de diseño son 4 fijos y dos en prácticas que generalmente van cambiando cada seis meses.


En general la convivencia es buena y me llevo bastante bien con todo el mundo, aunque cada uno anda a su rollo. A veces vamos todos a desayunar al Costa Dorada, un bar donde Arnau, el dueño anarquista, hace los mejores bocatas de chorizo picante de la zona.


Como llegué la última al despacho, me colocaron al lado de la puerta. Eso significa que me paso los días haciendo de secretaria-recepcionista. Me ha costado lo mío hacerle entender a los mensajeros que "la firmita" no se la echará esta "anda bonita", sino el destinatario del paquete de turno.


Bueno, pues como iba escribiendo, una fría y lluviosa mañana de diciembre estaba yo sola en el despacho bien prontito porque tenía mucho trabajo. Debo decir que los profesionales liberales son de todo menos puntuales, o sea que quizás tampoco era muy prontito, pero el caso es que no había nadie más. Me puse delante del ordenardor, me encasqueté los auriculares, me cubrí las rodillitas con un super chal de lana y enganché el radiador a mi mesa. Recuerdo que escuchaba el Sky, blue sky de Wilco, (que descubrí gracias a Mr. Flow) porque me ayuda a concentrarme. Tecleaba con ahínco en el portátil: "La nueva línea de fotoprotectores ofrece toda nuestra experiencia al servicio de bla bla bla", temblaba viendo las fotos de escuálidas rubias en bikini que adornaban el catálogo en cuestión que estaba redactando y claro, me costó oír que alguien aporreaba enérgicamente a la puerta, porque el timbre no va.


Finalmente oí los golpes; me levanté molesta, porque estaba en plena inspiración marquetiniana y abrí de golpe. Delante de mi, un chico alto, delgado y con el pelo chorreando temblaba como una hojita de cannabis en un balcón de Tarifa.
––Hola ––castañeó ––Vengo a ver a Ricardo.
Le dije que pasara.

La estampa era lamentable. Él iba calado y yo, con el chal sobre los hombros, parecía la vendedora de fósforos. Le indiqué dónde estaba el baño para que se secara un poco y cuando salió se sentó en la silla de espera de la entrada. ¡Daba una penita!
––No tardará–le dije. Y me puse los cascos para seguir a lo mío. Dos días más tarde, entraba como diseñador en prácticas del estudio de mis vecinos.

¿Qué decir de él?
Lo primero, es deducible: joven, bastante joven, aunque quienes me conocéis sabéis que eso nunca me ha importado. Lo segundo es más relevante para lo que nos ocupa: es mono y simpático. Lo tercero es fundamental: me mira de reojo.

Lo he pillado más de una y dos veces. Una tarde al salir del trabajo cogimos el mismo autobús y empezamos a charlar. Luego coincidimos una segunda vez y me di cuenta de que había sido un encuentro sospechoso. O sea, que me esperaba. Eso hizo que me subiera un cosquilleo por la columna vertebral. "Cuando le diga que tengo 30 años, se comprará una Bronton para darme esquinazo", pensé. Pero se limitó a decir: "No los aparentas para nada", y el cosquilleo llegó hasta la nuca.


Poco después, ya a finales de diciembre los del estudio organizaron la cena de Navidad. Me invitaron a ir con ellos. Si no hubiera estado el becario, seguramente habría puesto alguna excusa; pero acepté encantada. Cuando ya estábamos sentados en la mesa, llegó Ricardo.
––Acabo de recibir un mensaje de Néstor y no puede venir. Tiene fiebre.
Néstor es el becario, claro.
"Puta gripe. ¿Y ahora qué hago yo aquí?"–pensé compungida. Cené con la sensación de mala suerte rondándome y antes de que cerrara el metro ya estaba en casa.

El último día antes de las vacaciones, Néstor apareció por el despacho.
––¿Qué tal la cena? ––fue lo primero que me dijo–– Me dio mucha rabia perdérmela...
––Bien... normal... yo me fui pronto. Creo que tus compis hicieron algo más de daño.
––El día que vine por primera vez... ¿te acuerdas?
––¿El día del diluvio universal?
––Ése. Pues supongo que pillé una buena...
Me reí acordándome.
––Parecías un pollito.
––Y tú la abuela de fabada Litoral.
––¿Lo dices por el chal o por la edad?
––Por el chal, claro.
Empezó a caminar hacia su mesa, pero antes me dijo:
––Aunque a ti te queda mejor.

Y éste, queridos y queridas, es uno de mis futuribles presentes.
El otro, el del videoclub, lo dejo para otro día.