Dolorida pero sana y salva retomo mi acelerada vida. Pero ya nada será igual. No después de haber compartido habitación de hospital día y medio con ese ser (Carmen, qué clarividencia la tuya al preguntar). Ese ser que ni en tus peores pesadillas, en tus más funestas quinielas, en tu vaticinio más pesimista puedes llegar a imaginar como hipotética compañía de convalecencia: la compañera de habitación loca de remate.
Estuve a punto de colarle el diazepán ése que te enchufan a la hora de dormir en su vaso de agua mientras no miraba, con tal de ganar una hora de sosiego, de paz, de solaz esparcimiento. Pero como estaba conectada al suero, pues no tenía mucha movilidad, fíjate.
De nada sirvió pedirle silencio. De nada sirvió insinuarle fatiga, nerviosismo o autismo súbito. Ella lanzaba las palabras al aire, hablaba para una audiencia imaginaria, así que yo acabé desarrollando una habilidad pasmosa para asentir periódicamente y desconectar por completo. En el fondo le daba igual que escucharas o no.
Con este panorama, comprenderéis el alegrón que me dio cuando vinieron a buscarme para llevarme al quirófano. Creo que he sido la única paciente en la historia clínica del hospital que recorrió los pasillos en camilla con una sonrisa en los labios.
Bueno, también influyó en mi buen humor un SMS de última hora:
"Ánimo, princesa, que todo irá la mar de bien. Un beso".
Princesa. Beso.
Era del señor Maravillas. Sabía de mi intervención por mi amiga Elena, que trabaja con él.
Me gustaría poder contaros que gracias a la anestesia viví con él un apasionado romance de ensoñamiento, pero será que la química avanza que da gusto, porque me quedé grogui y no recuerdo nada.
Por suerte para mi y mi sufrida convalecencia, el Ser fue intervenido quirúrgicamente ese mismo día, con lo que gané una tarde de serenidad en la que me dediqué a fantasear a mis anchas. También recibí una llamada de Mario (bueno, me llamó más gente, pero sólo esa llamada me produjo aceleramiento cardiovascular). Fue escueto, casi seco, preguntándome qué tal había ido y esas cosas. Le dije que bien.
Hemos quedado este viernes.
Al día siguiente me facturaron a casa y aquí estoy de nuevo, en activo, feliz y contenta por haberme librado de mis cuerpos extraños y, sobre todo, de la loca de remate.
De vez en cuando miro el mensaje de mi móvil y también siento taquicardias.
Pero no quiero pensar en el señor Maravillas.
Así que recupero en mi mente la voz telefónica de Mario y sonrío de medio lado.
Gracias a tod@s por los ánimos virtuales.
Una canción para recuperarse: Take my temperature, Kaiser Chiefs.