viernes, diciembre 15, 2006

THE WAY WE WERE. PSICOANÁLISIS MUSICAL


Llega un nuevo meme, esta vez me lo manda
Carmen desde Antherea, y debo decir que he sudado la gota gorda. Tal y como me van las cosas últimamente en el terreno sentimental, lo que está claro es que dentro de unos meses seguro que pondría otras canciones totalmente distintintas para definir según qué.

¿Eres hombre o mujer?
No surprises. Radiohead.

Descríbete:
Thrillseeker. The Divine Comedy.

¿Qué sienten las personas cerca de ti?

Everything in its right place. Radiohead.

¿Cómo te sientes?
I might be wrong. Radiohead.
I wish I can. Muse.
Nunca me entero de nada. Los planetas.

¿Cómo describirías tu anterior relación sentimental?
Everyday I love you less and less... Kaiser Chiefs.
Feels like pain. The Grates.


Describe tu actual relación con tu novio/a o pretendiente(s):
Let's call it love. Sleater Kinney
Where is my love? Cat Power


¿Dónde te gustaría estar ahora?
Around the world. Daft Punk.

¿Cómo eres respecto al amor?
Fire, fire. M.I.A
I'll be yours. Placebo
.
Can't get you out of my head. Kylie Minogue


¿Cómo es tu vida?
Oh my God. Kaiser Chiefs.

¿Qué pedirías si tuvieras sólo un deseo?
Violently happy. Björk

Escribe una cita o frase famosa.
"Why don't you remember my name?" Paranoid Android. Radiohead.

Ahora despídete:
Song to say goodbye. Placebo.

Lo bueno de que te gusten atormentados como Thom Yorke es que luego va muy bien para este tipo de papeletas. Ala, le paso el marrón a Anita B. de El callejón de los gatos; a Ángel de La conjura de los necios y a Miranda de Noches de Tokio y miel. Se lo iba a pasar a Abogada y a Hans, pero alguien se me ha adelantado con otro meme y no es plan ser tan monotemáticos.
Y si alguien quiere psicolanalizarse musicalmente en los comentarios, está invitadísimo/a; tiene algo de catalizador la mar de recomendable.



lunes, diciembre 11, 2006

DESCOLOCADA

Si coges a un chico de 31 años, le inyectas una dosis de existencialismo sartriano, dos de recato mal entendido y tres de compleja psicología emocional, ¿qué te sale? Te sale Mario. El friki, adorable y rarito de Mario.
Tenía que ser así. Yo idealmente persigo al hombre-boina; un hombre de pensamiento masculino, futbolero y musiquero, que piense casi todo el día en el sexo; que incluso mire sin disimulo a los “huesitos de pantalones caídos enseñando tanga”, como tan lúcidamente escribe la amiga Moblog, pero a la hora de la verdad, la menda acaba embarullada con hombres de pensamiento femenino, complicados y difíciles de asimilar.
Hace dos viernes quedé con Mario por primera vez. Al divisarlo de lejos en la plaza sentí un escalofrío indescriptible. Su figura se recortaba contra la pared agujereada de aquella iglesia; apoyaba un pie en el muro y encendía un cigarro mientras el viento le abría la gabardina sin abrochar. Realmente, la imagen parecía sacada de una tosca peli de cine negro grabada en vídeo por un espíritu poco creativo. Mi mitad frívola (bueno, mitad y tres cuartos) en aquel momento lo primero que pensó es que no se había puesto las preciosas Vans, sino unos insulsos zapatos marrones.
A partir de ese momento empezaron a pasar cosas raras.
Fuimos a un bar y en mi firme propósito de no caer en viejos errores, no pedí alcohol. Él se mostraba algo nervioso; jugueteaba con el encendedor más de la cuenta y se tocaba demasiado a menudo el mechón que le cae justo delante del ojo derecho. Interpreté con la lógica aplastante que me caracteriza que eso era síntoma de que servidora le gustaba.
Yo tampoco era la viva estampa del saber estar, precisamente. Creo que emití alguna risa nerviosa a destiempo e incluso me parece que repetí alguna bromita sin importancia. No conseguía librarme de una extraña sensación: Mario me parecía interesante y atractivo, pero no conseguía sentir empatía ni fluidez con él. Era como si permanentemente tuviera que estar atenta a lo que decía, como si la espontaneidad entre ambos estuviera vetada. No sé si consigo explicarme. Había química entre los dos pero ni asomo de la complicidad que en su día noté con el señor Maravillas. Aún así me interesaba lo que decía, cómo pensaba, aunque me iba dando cuenta a pasos agigantados de que se trataba de un hombre complicado, difícil y tortuoso, cual proceso de paz en Euskadi. En ese instante debería haber hecho caso de mi piloto de emergencia, que a esas alturas pitaba más las campanillas de papá Noel en el Corte Inglés, pero of course la que suscribe mandó la alarma a la porra.
Quedaba el asunto de la tensión sexual. O más bien el asunto de cómo resolverla. Mario me gustaba y me apetecía enrollarme con él, pero su comportamiento era desconcertante y me daba un poco de cosa lanzarme y pegarme un buen hostión.
Del bar fuimos a cenar. El sitio era de todo menos romántico; a duras penas conseguíamos mantener la conversación del ruido que había. Mario sólo bebía agua con gas y yo me “atreví” con la cerveza.
A las 12 estábamos en una plaza del barrio de Gracia. Recuerdo la hora porque sonaban las campanas de la iglesia y él me preguntó qué iba a hacer en fin de año.
–Ni idea. Supongo que lo celebraremos en casa de algún amigo. Solemos hacer fiestas caseras. ¿Y tú?
–Yo no salgo nunca en fin de año. Me acuesto antes de las campanadas.
Nivel 1 de frikismo: superado.
–¿Y eso?
–Así no tengo que hacer balance del año que se acaba. Me obligo a no pensar en ello.
–Hombre, puedes hacerlo el día 1, o el 17, o cuando sea… es un poco inevitable, ¿no? Además, no siempre será malo.
–Me gusta hacer lo contrario que todo el mundo.
Nivel 2 de frikismo: superado.
–No está mal de vez en cuando ir contra corriente, pero hacerlo por pose, por obligación, me parece un poco estúpido.
Lo solté así sin más, pero es que en ese momento me Mario me pareció algo pretencioso. Por suerte él no se lo tomó a mal, y deshizo el entuerto.
–No, me refiero a salir porque toca. No soy muy fiestero y ese día todo es caro y difícil.
Entramos en un bar. Él pidió un agua con gas.
–¿No bebes alcohol nunca?
–Sí, pero hoy quiero estar sereno.
Ahí me descolocó. No me parecía posible que sus razones fueran las mismas que las mías, pero tenía que preguntárselo.
–¿Ah sí? ¿Para qué?
Y entonces, como en una chusca película pastelera, LO DIJO:
–Para esto.
Y me besó.
Era la primera vez en mi vida que me pillaban desprevenida. Cosa que se notó cuando me atraganté, por supuesto. Toda la magia del momento se fue a tomar por saco.
–Lo siento… balbuceó.
El pobre pensó que tosía para librarme de él. Qué vergüenza.
Rápidamente le disuadí lanzándome a su boca con pasión y frenesí.
Y entonces, cuando sus besos se hicieron más intensos, cuando comprobé que pese a la distancia comunicativa, la química funcionaba, cuando ya me sentía relajada y aliviada y excitada y por ello solté la frase “¿vamos a mi casa?”, entonces, entonces él alcanzó el nivel 3 de frikismo:
–Prefiero que no.
Dejó de besarme; estaba nervioso.
–¿Qué pasa?
–Creo que es mejor que me vaya. Te llamaré.
Ahí la que se puso nerviosa fui yo.
–¿Qué? ¿Se puede saber qué te pasa?
Las diversas hipótesis pasaron por mi cabeza en décimas de segundo: tiene novia, tiene novio, tiene el sida, tiene micropene, sufre impotencia, es un calientabraguetas a la inversa. Incluso pensé que igual tenía la regla. No disipó mis dudas.
–No ocurre nada, de verdad. Eres genial. Sólo que prefiero ir más despacio.
–Está bien. Si es lo que quieres. Nunca hubiera imaginado… pero bueno; en fin…
No sabía que decir.
No nos besamos más. Cambió de tema, charlamos sobre insustancialidades y nos fuimos. Cada uno a su casa. Él se alejó mirando al suelo. Yo me quedé alucinada y con una desagradable sensación de rechazo.
Esa noche me acosté con Magnus, mi vibrador.

lunes, noviembre 27, 2006

ESE SER

Dolorida pero sana y salva retomo mi acelerada vida. Pero ya nada será igual. No después de haber compartido habitación de hospital día y medio con ese ser (Carmen, qué clarividencia la tuya al preguntar). Ese ser que ni en tus peores pesadillas, en tus más funestas quinielas, en tu vaticinio más pesimista puedes llegar a imaginar como hipotética compañía de convalecencia: la compañera de habitación loca de remate.

Ni parapetándome tras la pantalla de la nintendo DS, con los auriculares a todo volumen, conseguí librarme de la letanía de su verborrea. Qué capacidad para saltar de un tema a otro, hilvanándolos sin ningún tipo de relación ni temática ni gramática. Qué estoica habilidad para hablar y hablar y hablar y siempre de temas escatológicos, médicos, psiquiátricos. Por la habitación desfilaron virtuales conocidos suyos de comportamiento innoble, modelos, presentadores de la tele y médicos sin atisbo de vergüenza, anécdotas insulsas de vacaciones y dolencias sin fin.
Estuve a punto de colarle el diazepán ése que te enchufan a la hora de dormir en su vaso de agua mientras no miraba, con tal de ganar una hora de sosiego, de paz, de solaz esparcimiento. Pero como estaba conectada al suero, pues no tenía mucha movilidad, fíjate.
De nada sirvió pedirle silencio. De nada sirvió insinuarle fatiga, nerviosismo o autismo súbito. Ella lanzaba las palabras al aire, hablaba para una audiencia imaginaria, así que yo acabé desarrollando una habilidad pasmosa para asentir periódicamente y desconectar por completo. En el fondo le daba igual que escucharas o no.
Con este panorama, comprenderéis el alegrón que me dio cuando vinieron a buscarme para llevarme al quirófano. Creo que he sido la única paciente en la historia clínica del hospital que recorrió los pasillos en camilla con una sonrisa en los labios.
Bueno, también influyó en mi buen humor un SMS de última hora:
"Ánimo, princesa, que todo irá la mar de bien. Un beso".
Princesa. Beso.
Era del señor Maravillas. Sabía de mi intervención por mi amiga Elena, que trabaja con él.
Me gustaría poder contaros que gracias a la anestesia viví con él un apasionado romance de ensoñamiento, pero será que la química avanza que da gusto, porque me quedé grogui y no recuerdo nada.
Por suerte para mi y mi sufrida convalecencia, el Ser fue intervenido quirúrgicamente ese mismo día, con lo que gané una tarde de serenidad en la que me dediqué a fantasear a mis anchas. También recibí una llamada de Mario (bueno, me llamó más gente, pero sólo esa llamada me produjo aceleramiento cardiovascular). Fue escueto, casi seco, preguntándome qué tal había ido y esas cosas. Le dije que bien.
Hemos quedado este viernes.
Al día siguiente me facturaron a casa y aquí estoy de nuevo, en activo, feliz y contenta por haberme librado de mis cuerpos extraños y, sobre todo, de la loca de remate.
De vez en cuando miro el mensaje de mi móvil y también siento taquicardias.
Pero no quiero pensar en el señor Maravillas.
Así que recupero en mi mente la voz telefónica de Mario y sonrío de medio lado.
Gracias a tod@s por los ánimos virtuales.

Una canción para recuperarse: Take my temperature, Kaiser Chiefs.


martes, noviembre 21, 2006

VISITA AL CORAZÓN DEL ESTADO DEL BIENESTAR

Unas líneas para señalar que estaré missing unos días por culpa de una sencilla intervención quirúrgica (no es estética, válgame Dios), y que espero estar en forma ya la semana que viene (ayudará el factor "hospital público-lárgate cuanto antes") para continuar a la caza y captura de Mario (he postergado mi cita con él) o de algún enfermero guapo que se cruce en mi camino durante la convalecencia. Si es que los hay.
Por cierto, he estado en lista de espera sólo 7 meses... ¿no es un orgullo vivir en este país?

miércoles, noviembre 15, 2006

PESQUISAS DE ANDAR POR CASA

Tengo el mail de Mario gracias a la invitación virtual que Joana envió de la fiesta. No le pedí allí su número de teléfono porque no supe enfocarlo. Vamos, que no me atreví. Y él, que no parecía el hombre bala precisamente, tampoco se lanzó. Eso en el caso de que se le hubiera pasado por la cabeza… He sopesado la opción mail-sopresón. Le he dado muchas vueltas a qué le pongo: “Hola, soy Mila, du yu rimemba? Dame tu número y quedamos, vamos a tomar algo juntos, a hablar de Vila-Matas y de la broca del seis”. Podría ser. He estado a punto de darle a “enviar” pero me he rajado.
Necesito una primera prospección. Así que he llamado a Joana y no me he andado con rodeos:
–Niña, ¿Mario tiene novia/novio/ compañero/compañera/ marido o mujer?
–¡Ala, ya empezamos!…
No puede evitarlo. Me reprende constantemente. Joana sale con un chico guaperín como todos sus guaperines que a mi no me dicen nada, igual que mis raritos no le dicen nada a ella. Por eso tiene la (errónea) impresión de que los tíos que me gustan no valen mucho o que (y ésta no es tan errónea) son problemáticos.
–Hace casi un año lo dejó con su novia de toda la vida (No hará eso el señor Maravillas, no –ha pensado la parte obsesiva de mi cerebro–) y que yo sepa desde entonces no está con nadie. Aunque es muy reservado, o sea que no puedo asegurártelo. –Y casi sin respirar– ¿En serio te gusta? Es un poco raro… Majo, pero raro.
–¿Raro en qué sentido?
–Pues que habla poco y de cosas raras. De libros y de cine pero a un nivel algo aburrido.
–Vaya, que es un “intelectual” de pote.
–No, de pote no, sabe un huevo pero de cosas que nadie más sabe.
Un wikipédico. Estupendo.
–Había pensado enviarle un mail proponiéndole que quedáramos. ¿Cómo crees que se lo tomará?
–Flipará
–¿Pero flipar bueno o flipar malo?
–Flipar bueno, creo. Hablásteis mogollón en la fiesta, ¿no? Eso ya es mucho. No lo había pensado, pero ahora que lo dices, eso es raro.
–No tan raro si él es raro.
–No. Bueno sí, pero es raro que hable mucho con una tía. Tiene un punto misógino oculto.
–Uff, no sigas. Vaya panorama.
–No, no, pero es majo. Algo escuchumizado para mi gusto…
Típico de Joana. Ahora se había puesto a pensar en Mario como un candidato para ella.
–¿Le envío el mail o no?
–Mejor llámale.
En ese punto de la conversación me he sentido una adolescente de “Al salir de Clase”, así que he decidido dejarlo correr. Al cabo de diez segundos he vuelto a cambiar de idea. Y la nueva idea es la siguiente: “Le envío un mail. Si me dice que sí, ya está hecho. Si me dice que no, me olvido del tema, me tomo un Chocolate Therapy y escribo un post con la bilis. Total, es muy difícil que lo vuelva a ver…”. Patético pero efectivo.
Así que he recuperado el mail tal cual y le he dado al send.
Sorprendente y gratamente su respuesta ha sido rapidísima.
“Ok. ¿Dónde y cuándo?” (¡con todos los acentos en su sitio!)
Ahora sí que parezco una adolescente de “Al salir de clase”: no paro de repetirme “qué fuerte, tía, qué fuerte” con una estúpida sonrisa de niñata.

Una canción de subidón: TKO. Le Tigre.

miércoles, noviembre 08, 2006

NOCIONES BÁSICAS DE BIOÉTICA Y BRICOLAJE


Hoy he soñado que me enrollaba con Sawyer, el de Perdidos. Aunque está bueno a morir, no me suelen gustar los guapos-prototipo (me mola más, por ejemplo, Sayid), pero el chico ha estado tan bien en mi sueño que creo que ahora lo miraré en cada capítulo con otros ojos. Concretamente con ojos de lagarta. El caso es que hoy, a través del sueño y de Sawyer me ha dado por pensar más de la cuenta en Mario, el hombre tranquilo. No es que se parezca a Sawyer (no abundan los Sawyers ni las Kates por el área metropolitana), pero los dos tienen la misma mirada entre malvada y burlona. Y así estamos otra vez: un nuevo candidato a copar el manual.
A Mario le conocí en el (paréntesis: MARAVILLOSO, cierra paréntesis) concierto de Muse. No salió de la nada como Elvira sino que teníamos amigos comunes. Yo fui con mis ex compis de trabajo Joana, Pablo y Toni. Los veo sobre todo en conciertos y músicas de guardar y Toni siempre se ofrece a subirme a sus hombros; gracias a él pude ver hace tres años en el Primavera lo gordo que estaba Frank Black. En el concierto de Muse estábamos en un lateral de las gradas del Palau d’Esports y no tuvo que hacerse el machote porque veíamos perfectamente. Toni y Pablo, que estudiaron juntos diseño gráfico, habían quedado con unos amigos de aquella época jovial e inútil. Para mi alivio no eran gafapastas ni pelilamidos, sino un par de chicos la mar de normales ostentando con orgullo el uniforme tradicional de mi corazón: tejanos, camiseta y Vans.
En concreto las Vans de Mario eran preciosas, en contraste con su anodina camiseta.
Hablamos poco y fumamos mucho. Mi radar detecta-futuribles está en el taller por culpa del capullo de Mr. Wonders, así que no estuve chisposa, ni tan siquiera amable. Estuve correcta, que es el deporte nacional de los catalanes y catalanas de a pie.
Justo una semana después, en una fiesta que Joana hizo en su maravilloso piso chollo de 110 m2 volvimos a coincidir todos. Fue una noche rara, casi surrealista. Mario estaba en una esquina peleándose con el corcho de una botella de vino. Le pregunté si quería que llamara a Kristian Pielhoff y no lo pilló. Claro, mi frikismo no abunda.
–Es el presentador de Bricomanía.
Se puso muy rojo y ahí corroboré que mi primera intuición de timidez supina era correcta. Por fin me sirvió un poco de vino en mi vaso de plástico, con trocito de corcho flotante incluido. Empezamos a hablar de sus Vans y mientras le describía cómo eran el último modelo de mi amigo Pep “el coleccionista de zapatillas deportivas”, me di cuenta de que la conversación era asquerosamente superficial, así que pasé a Peter Singer y el debate bioético con una facilidad tan pasmosa que me di asco a mi misma. Pero entonces, de repente, él pareció estar en su salsa:
–Su Compendio es un referente casi insuperable para la ética filosófica actual–me contestó.
Toma castaña. Me lo tenía bien merecido por repelente.
–¿A qué te dedicas?
Resultó que el chico es bibliotecario, lector empedernido y asiduo devoraletraimpresa. Estudió bibloteconomía o como se diga después de lo del diseño gráfico por una cuestión de “vocación tardía”, como él mismo definió.
Hablamos mucho rato, sobre todo yo. A ciertas alturas de la noche pensaba que era majo pero mortalmente serio cuando apareció Joana con un plato lleno de olivas. Cogí un palillo, pero el vino acorchado o la torpeza innata me jugaron una mala pasada. No conseguía clavarlo en ninguna aceituna. Entonces él se desquitó.
–¿Quieres que llame a McGyver?
Y me miró entre malo y burlón.
Creo que Mario me gusta.

Una canción para espíritus contentos: Sirena, de Calexico. Por cierto, muy recomendables en vivo.


miércoles, octubre 18, 2006

EN DÍAS GRISES...

En días grises como hoy me acuerdo de mi soleado y ya incipientemente lejano verano. Me acuerdo de Gierassimo y de Erik y de Bert. Vamos, que me acuerdo del sexo. Del sexo pasional y experimental, del sexo que se sabe con fecha de caducidad. En días grises como hoy vuelvo a la realidad de mi vida sin sexo frecuente, sólo esporádico y nunca con el señor Maravillas.
Sí, lo sé, ya le estoy dando vueltas otra vez a lo mismo. Y es de idiotas. Recuerdo que este verano, cuando aún no podía creerme mi dicha y mi suerte al mirar la cara de mi griego imberbe o al oír a un holandés impresionante llamarme bella mientras me comía a besos, me reía de mi misma para mis adentros "cuántos tíos en el mundo, Mila, cuántos que valen la pena, esperando hacerte feliz, quizás unas horas, quizás unos días, o quizás toda una vida, y tú colgada de un tipo inseguro, normal y ennoviado al que sólo le detectaste unas cuántas miradas; puede que sólo imaginaras que sentía algo por ti". En esos momentos, lo juro, me acordaba del señor Maravillas con una especie de melancolía entrañable, y creía que su fantasma estaba a punto de extinguirse.
Pero el verano pasó, los tipos fabulosos me dejaron felicidad y un chute de autoestima pero nada más. No me enamoraron ni me hicieron perder la cabeza, así que vuelvo a la realidad y el fantasma vuelve con ella.
Le vi ayer y como una estúpida púber se me aceleró el corazón. Fue casualidad pero las casualidades no suelen ser mi fuerte, así que supongo que algo tendría que ver que yo merodeara algo más de la cuenta por el barrio donde trabaja. Pero aún así fue casualidad. Como fue casualidad que él no tuviera prisa, que yo tampoco, que fuéramos a tomar algo, que charláramos de la vida, que nos riéramos juntos de las mismas tonterías (desde aquí agradezco a CIU que haya pixelado los ojos de un perro de peluche para preservarle la identidad en esa bazofia de DVD electoral; no sabrán nunca cuántas risas cómplices han generado). No fue casualidad que esta noche volviera a soñar con él, ni es casualidad que hoy vuelva a estar sensible y ñoña y escriba posts como éste. Además, esta vez le noté sólo cordial. Intenté desentrañar en su comportamiento, en sus palabras, alguna señal, alguna pista de que sentía algo por mi, pero no hubo suerte. Sólo casualidad.
Y me digo a mi misma que una vez más estoy en el sitio equivocado en el momento erróneo. O que tengo la estúpida habilidad de enamorarme de los hombres que no me convienen: porque no son buenas personas, porque no son capaces de hacerme sentir a mi buena persona o, como en este caso, porque simplemente ellos no se enamoran de mí.

BSO para un día gris y triste: The Organ: Memorize the city.

martes, octubre 03, 2006

LA NOCHE DE LAS CHICAS O CÓMO POR UNAS HORAS ME OLVIDÉ DE LOS TÍOS

Quiso la mala pata o el destino que el pasado jueves por la noche, ya en la puerta del Apolo, sonara mi móvil. Era la incombustible Marta y para mi horror me comunicaba que no iba a poder venir al concierto de Peaches porque su abuela se había roto la cadera. La pobre mujer de casi 90 años se tropezó en el pasillo de casa. Bien pensado y dicho así de carrerilla, está claro que fue la mala pata. Quiso el destino o la buena fortuna que justamente en ese instante Marta estuviera con su abuela cenando en la casa paterna. Así que llamó al 061 y tuvo una noche movidita (la abuela se recupera lenta pero favorablemente, gracias a su Dios y al calcio de Puleva Omega 3). Nunca había ido sola a un concierto y he de confesar que me entró un ataque de timiditis. Pensé que la mejor opción sería parapetarme tras vasos y vasos de cerveza. Pero quiso el destino depararme una noche inolvidable. En lo que atañe a lo musical-espectaculero, fue uno de los mejores conciertos a los que he asistido últimamente. Ese prodigio de mujer salió dando caña desde el principio, y tanto en su vertiente más roquera como la más electrónica bordó el chou. Se fue despojando de su atuendo glam-salvaje y de varias capas de bragas y sostenes y nunca un despelote había sido tan reivindicativo. Recuerdo que pensé que Peaches era más sexy que todas las Chaquiras o Biyoncís del mundo. No podía dejar de flipar: con su energía en el escenario, con su tremenda banda, con los detalles explícitos de las letras acompañadas de movimientos no menos explícitos y, sobre todo, con la starlett Samantha Maloney que, a golpe de baqueta, hacía globos de chicle de fresa y dejaba ondear su pelo rubio platino al viento de un ventilador hábilmente colocado en el doble bombo. Me invadió una especie de absurdo sentimiento de “girl power” que no sé muy bien cómo explicar; no se trataba de una repentina y reivindicativa conciencia de género, era más bien un recurrente pensamiento: “cómo molan estas tías”. A mi alrededor, chicas y chicos se sentían guerreros y guerreras y todos y todas parecíamos lo mismo. Entre el público megafashionohyeah había mucha indefinición sexual. Vi chicos con faldas, parejas de chicas que parecían chicos vestidos de chicas o chicas vestidas de chicos. Yo estaba allí plantada, más sola que la una, con mi eterno vaso de birra en la mano. A mi lado, dos estupendas mozas que se sabían más canciones de Peaches que yo brincaban y se besaban alternativamente e incluso a la vez. Una colega de ellas me habló:
–¿Has venido sola?

Le expliqué que la osteoporosis le había jugado una mala pasada a mi amiga y se rió. De vez en cuando, entre grito y grito y silbido y silbido me decía algo. Yo me sentí incómoda al principio y tampoco podía decirle “eh, que me gustan los tíos” porque seguramente me hubiera contestado “¿Y a mí qué coño me cuentas?”. Empecé a pensar que era una paranoica y me relajé. Elvira (así se llama mi nueva amiga) me invitó a una cerveza. Cuando Peaches empezó a cantar “I don’t have to make the choice”, Elvira y sus amigas coreaban “I like girls” y yo, instintivamente, acababa la frase del estribillo: “I like boys”.
–Salta a la vista que no entiendes–me soltó–. ¿Nunca te has enrollado con una tía?

Por poco me atraganto con la preguntita pero le contesté casi disculpándome que sólo me gustaban los chicos. Pensé erróneamente y llena de prejuicios que a partir de ese momento ya no iba a saber nada más de ella, pero me equivoqué. Siguió comentando la jugada conmigo.

Al salir del concierto, Elvira y yo nos fuimos a tomar algo. Hablamos de nuestras vidas, de lo humano y lo divino, de los sabores de Ben & Jerry’s y de la Bola de cristal (en concreto de Pedro y Pablo). La dejé arrancando su destartalada vespa pero antes nos intercambiamos los teléfonos. Cuando ya estaba a punto de llegar a la parada del autobús pasó junto a mí, pitó y me gritó algo. No estoy muy segura pero creo que dijo “deberías probarlo”. Sonreí para mis adentros.

Aunque quién sabe, igual se refería al Chocolate Therapy de Ben & Jerry’s.

miércoles, septiembre 20, 2006

MI ODISEA PARTICULAR. Gierassimo y la cabra, part tú (2)

Con pericia de experto y grandes dotes de marinero, Gierassimo llevó la zodiac hasta el acantilado donde estaba la cabra. Me pareció que la pobre estaba a punto de suicidarse: miraba al mar como buscando valor para saltar y ahogarse. Gierassimo me pasó el timón y me dijo que me acercara despacio a ella. Su padre también estaba allí, en su zodiac cochambrosa. Le susurraba palabras en griego, tratando de tranquilizarla; una especie de Robert Redford pero más pintoresco. Cuando padre e hijo estuvieron al lado de la roca donde la cabra hacía equilibrios al más puro estilo pasatiempo gitano (sólo faltaba el organillo), la cabra se tranquilizó. Supongo que reconoció a sus dueños. Dejó de balar o lo que sea que hacen las cabras y con un grácil movimiento, siguiendo las indicaciones de Gierassimo, subió tan pancha a la barca de la familia.
–Hay que joderse. Parece Pedro el cabrero–soltó la bruta de Marta.

Antes de irse con su padre y la cabra, Gierassimo nos dio repetidamente las gracias:

–Venid esta noche al chiringuito. Os invitaremos a cenar por ayudarnos. Yo asentí sonriendo, o sonreí asintiendo. No sabría decirlo, estaba extasiada.
Aquella noche, Marta, yo y nuestro moreno arrebatador nos plantamos en el chiringuito. Gierassimo llevaba una camisa blanca a juego con sus dientes. Nos saludó encantado de la vida y nos aseguró que íbamos a alucinar con el souvlaki de su madre. Así dicho (o escrito) suena un poco absurdo, pero realmente su madre hacía un souvlaki de llorar de bueno. Luego nos propuso ir por ahí de copas. Llegamos en un plis a un bar musical en Kioni. Todo el mundo parecía conocerle. Convencí fácilmente al dj para que dejara el hip-hop (sí, sé que ese estilo musical merece todo el respeto del mundo pero, qué queréis que os diga, no me gusta). Clavó algunos temazos de allí por los noventa y Marta y yo nos desatamos a bailar. Y como una cosa lleva a la otra, la gente se fue animando y aquello acabó pareciendo un guateque. No sé cómo ocurría, pero en mi mano siempre había un vaso lleno de gin tonic.
–Uff, Marta, está muy bueno. Hacía tiempo que no veía un tío tan guapo.

–A mi, chica, qué quieres que te diga. Me intimida tanta buenez.
–Joder, y a mi. Si ya sabes que a mi generalmente me dejan bastante indiferente los buenorros. Siempre me fijo en escuchimizados y más bien feítos. Pero éste, no sé, tiene un punto entrañable…
–Claro que tiene un punto entrañable. Como que acaba de salir del nido.

–¿Tú crees?

Ninguna de las dos nos habíamos atrevido a preguntarle cuántos años tenía.
De repente Gierassimo “the kid” me cogió por la cintura y empezó a decirme cositas lindas. De reojo iba admirando yo su nariz de cánones clásicos y sus rizos y su piel y me iba poniendo nerviosa. Así que decidí salir de dudas. Me di de vuelta y sobreponiendome al atontamiento que me producía la visión de su rostro perfecto se lo solté.
–¿Qué edad tienes?
Me sonrió antes de contestarme.

–El mes que viene cumplo 18.
Mi cara debió delatar la mezcla de espanto e incredulidad.
–¿Es eso un problema? –me preguntó. “La pregunta debería ser si es eso legal” –pensé.
–¡Tengo 11 años más que tú! –le dije poniendo cara de “¿tú qué opinas, pequeño impostor?”
Volvió a sonreír como si nada. Fue acercando su cara a la mía hasta dejarla a un milímetro. Se me instaló en la cabeza la canción “Closer” de The Tiny: “Now i'm thinking maybe i was stoned, I felt my feet lift off the ground. And my heart was screaming. And my bones. I need you closer”
–Eso no es un problema. Y me besó.
A la mañana siguiente dormía en mi cama como un angelito. Le hice esta foto y después entré flotando en la habitación de Marta.

–Soy el Nabokov de Ithaki.
–¿Y?

–Ha sido una pasada. A la mierda los prejuicios. Hacía tiempo que no echaba tres polvos en una noche.

–Qué suerte.

Nos quedamos calladas.

–Mila

–¿Qué?
–Envíalo a su casa o sus padres te denunciarán.

Creo que le despertaron nuestras carcajadas.

miércoles, septiembre 13, 2006

SERIES Y SERIALES QUE NO PROTAGONIZO


Más vale tarde que nunca, dicen, así que me dispongo a recoger el testigo que lanzó el bienhallado Androide Paranoide allá por finales de julio. Insensatamente instaba a unos cuantos/as a decantarnos por nuestras seis series favoritas de antaño y seis de ahora. A tenor que soy una adicta a las series, seguramente tiraré al alza.


DEL PASADO.
1. Luz de luna. Indiscutiblemente mi serie favorita allá por el pleistoceno, en especial la entrañable señorita Topisto.
2. Ravioli: una serie absurda sueca o noruega (el hijo pequeño se llamaba Pepe porque había sido concebido en la costa de Málaga)
3. Radio Cincinatti
4. Uve
5. Retorno al Edén: un culebrón donde a una mujer le desfiguraba la cara un cocodrilo y luego se hacía modelo, aprovechando la cirugía.
6. "Els joves" (no sé si a parte de TV3 se emitió por ahí).
7. El imperdible Parker Lewis.
8. El capítulo de Falcon Crest en que David descubre que es hijo de Ángela Chaning.
9. Momento cursi a morir: Anne of Green Gables (Ana de las Tejas -que no cejas- verdes).


DE AHORA
1. Perdidos. Encabeza el ránking sin ningún género de duda (quedan 20 días para que empiece la tercera temporada en EEUU; hoy además empieza la segunda en la primera -que ansío volver a ver sin subtítulos a destiempo para fijarme en todos los puñeteros detallitos-). Auténtica adicción.
2. House, of course
3. Six feet Under. Amo a Ruth y a Brenda.
4. Mujeres Desesperadas primera y segunda temporada . Amo a Brie Van de Camp y odio a ésa que tiene cara de Jocker de batman.
5. "Porca Misèria". Es un poco presuntuosa pero tiene puntitos majos (es una serie catalana protagonizada -mal- y escrita -bien- por el odiado Joel Joan).
6. Algún capítulo suelto de Anatomía de Grey.
7. La primera temporada (el resto es bazofia) de Nip Tuck.
8. Futurama y en concreto, Bender.

Y ya tá.

martes, septiembre 12, 2006

Mi Odisea particular. Gierassimo y la cabra, part uán (1)

Cuando Marta y yo llegamos a Ithaki, en el mar Jónico, no sabíamos si nos íbamos a encontrar el paraíso en la tierra o un peñasco sin playas. Al poner un pie en el minipuerto nuestros temores se disiparon: aquello era el cielo, y allí los ángeles eran morenos, iban en vespino y se les marcaban las abdominales.

Habíamos alquilado un apartamento en la capital, Vathy, un pueblo pequeño y amigable con una bahía que convertía el agua de mar en un lago. Estaba llena de veleros y yates flipantes que hacían paradas de corta duración, quizás camino de un destino más glamouroso en el mar Adriático. En Ithaki, las playas que hay son de “rolin estons” y sus aguas son transparentes con pececillos simpáticos que se te acercan cuando entras en el mar. Vamos, una delicia.

A los dos días ya habíamos recorrido media isla (de unas dimensiones parecidas a Formentera) con una moto fea que alquilamos. Establecimos una rutina la mar de relajante: por la mañana, en busca de una nueva playa, por la tarde, siesta, cerveza y verlas pasar; por la noche, cena y copas en el bar de Niko, que sabía decir buenas noches, barça e hijoputa.

A mitad de semana alquilamos una especie de zodiac rígida y nos dedicamos a bordear un cacho de isla en busca de calas desiertas. Tras un islote nos encontramos con un extremo montañoso; los acantilados acababan abruptamente en el mar y las rocas esculpían pequeñas grutas de color negro. Acercamos la barca llenas de curiosidad; yo me sentía protagonista de un documental de la dos del tipo “Caprichos de la erosión y del mar”, aunque el bikini de Andrés Sardá y el gorrito surfero no le daba mucha credibilidad a la expedición. Y entonces vimos la cabra.

Ithaki es montañosa, y los pastores tienen manadas de cabras saltarinas que pastan a sus anchas, cortando la única carretera que hay siempre que tú quieres pasar. Aquella cabra (negra, para más inri), había ido bajando por las rocas y se encontró atrapada en una minúscula roquita, rodeada de mar y de una pared escarpada en la montaña.

Tuvimos un momento de ofuscación en el que incluso se nos pasó por la cabeza hacer subir la cabra a la barca para llevarla a tierra firme (desistimos cuando empezó a resoplar y a patear en clara señal amenanzante).

Volvimos al pueblo donde nos habían alquilado la barca. El “alquilador” nos dijo que las cabras eran de Panos, el dueño del chiringuito de la playa de al lado. Así que nos fuimos a allí y cual misión imposible, salté cerca de la orilla y triunfante me acerqué al chiringuito al grito de “we have finded de goat!”. A Panos, tras comprobar que no era una guiri perturbada, se le iluminó la cara. Confesó que la había dado por muerta. Su mujer apareció por detrás blandiendo una lechuga a modo de saludo y gritando “we will rescue the goat”.

Panos empezó a organizar una expedición de rescate. Me dijo que iría con su hijo Gierassimo. Y entonces se lo pedí:
–¿Podemos venir?
En ese momento, el rescate de una cabra me parecía una aventura más excitante que colarse en una fiesta vip sin invitación. Él asintió con la cabeza y gritó hacia el interior del chiringo el nombre de su hijo.

Y entonces apareció, huelga decir que cual Adonis esculpido en mármol porque es una metáfora facilona. Gierassimo, el hombre. Bueno, más bien el jovencito, porque yo le sacaba unos cuantos años. Creo que ante su visión se me desencajó la mandíbula una décima de segundo pero lo disimulé. Su padre le dio cuatro instrucciones en griego y me señaló. Se acercó y en un inglés bastante bueno me dijo:
–Hola, soy Gierassimo. ¿Tú nos llevas hasta la cabra?
Y estreché su mano grande con sonrisa de idiota, metiendo barriga y diciendo:
–Claro. ¡Ha llegado la hora del rescate!
Su padre sacó una zodiac bastante ajadilla y nos dijo que Gierassimo vendría con nosotros delante. En cuatro zancadas se plantó en nuestra barca de alquiler. A Marta casi le da un síncope al ver a semejante ejemplar saltando como si tal cosa a cubierta y haciéndose con el control del timón. Ella y yo cruzamos mirada y resoplido.
–Vamos a rescatar la cabra–le dije en castellano.
–Por mí, como si vamos a las islas Mauricio. Siempre que él venga, claro.
Y nos pusimos en marcha, Gierassimo mirando al horizonte como un vigía experto y nosotras mirando su torso como si fuera la octava maravilla del mundo.

miércoles, septiembre 06, 2006

VIVITA, COLEANDO Y… FORNICANDO.



Queridos y abandonados amigos y amigas visitantes:
No estoy muerta, pero sí extenuada. Y la causa de mi extenuación ha sido una maratón de SEXO que todavía consigue que silbe always look for the right side of life como una posesa cada mañana de tanta felicidad. Ello no es óbice (lo sé), para tener mi Manual tan descuidadito. Podría decirse que los acontecimientos este verano me han ido sobrepasando a una velocidad superior a la que mi cabeza, mis manos y la conexión ADSL de la ciudad de turno pueden asimilar.

Mi autoexigencia me ha llevado a descartar todo lo que escribí para ir publicando en el blog. Cuando aparecieron ELLOS en mi vida (aún no me acostumbro al plural) se me desmontaron mis temitas pseudo-lloricas acerca de las migajillas que el señor Maravillas iba dejando para que una humilde servidora muerta de hambre las recogiera, y tuve que replantearme mis ansias de despotricamiento. Cuando aparecieron ELLOS, tal y como vaticinaba algún anónimo en días pasados, dejé de fracasar con los hombres, aunque haya sido durante una etapa con fecha de caducidad. Porque los amores de verano, todos lo sabemos, se acaban con el ídem, y ésa es la gracia. Que ya nos lo ha recordado la tele hasta la náusea con sus reposiciones de Grease.
Ahora he vuelto a la opacidad del día a día, y ELLOS han desaparecido, pero gracias a este manual, a la memoria y a la sabia expresión “que me quiten lo bailao”, voy a estar de subidón durante unos meses de prórroga.

Empecé escribiendo los ENCUENTROS IMPOSIBLES que el calor y el verano me estaban regalando en el jurásico soporte papel como si se tratara de un diario de adolescente . Traté de colgarlos en el blog desde Atenas, desde Galicia y desde Amsterdam. En los dos primeros casos desistí yo misma por miedo a que la historia se gafara. En el último, me hice la picha un lío con el botón y se me borró todo.

Ahora me toca poneros al día de mis avances con el sexo opuesto y con mi cambio de mentalidad que hace que, aunque siga más sola que la una, recuerde con estúpida sonrisa las numerosas noches retozando en camas ajenas. Gierassimo, Erik, Suso, Adam, pero también “el ojeras”, “el polvo pendiente” y otros sin nombre ni sobrenombre. Gracias, gracias a todos porque, aunque siga fracasando en lo duradero, mi éxito estacional ha significado el mejor verano de mi vida.

(El de la foto es Erik, un holandés muy divertido pero poco ducho con la cámara de su móvil).

jueves, junio 29, 2006

TEJER Y DESTEJER


Me voy a Grecia casi dos semanas. A ver ruinas, puestas de sol y efigies pétreas y de carne y hueso. A comer hojas de parra, yogur y mageirefta. A cenar a partir de las 23 horas (¡no es en España donde se cena más tarde!). A desconectar. A conocer gente y costumbres. A comprarme algo kitch. A pillar una insolación. A tejer y destejer, como Penélope, esperando así una tregua a no sé muy bien qué. Cuando vuelva, os lo cuento, si es que hay algo que contar.
Kalispera.

jueves, junio 22, 2006

QUÉ FÁCIL ES MENTIR... Y QUÉ BIEN ME SIENTA.

He pasado unos días en plan seta, encerradita en casa pasando calor y lloriqueando por las esquinas por mi mala suerte con los tíos y bla, bla, bla. Tuve un par de válvulas de escape: las Sleater Kinney en el Primavera (hacía mogollón que no iba a un concierto en que me supiera absolutamente todas las canciones, qué gozada) y los Antònia Font en el Auditori, maravillosos como siempre. Me entró la reflexión manida pero cierta de cuánto bien hace la música, cómo reconforta a los espíritus marchitos y otra vez cursilería y bla, bla, bla. El sábado pasado, no obstante, decidí que ya estaba harta de mi duelo autoimpuesto: me calcé unos taconazos y salí a la calle dispuesta a comerme el mundo. Lo único que me comí fue el último peldaño de la escalera de casa: tropecé a causa de mi inexperiencia con los 10 cm (de tacón, que de lo otro tuve una experiencia algo traumática hace ya tiempo) y acabé con un chichón y sangre en el labio. Durante unos segundos pucheré como una niña pequeña, a punto de dejarme vencer por la autocompasión más miserable y por la sensación de rídículo; pero pensé que aún podría ser peor. Podría, por ejemplo, entrar algún vecino en la portería y verme con la cara hecha un mapa. Con la cara a lo Hillary Swan volví a casa, tiré los putos zapatos a la papelera y llamé a Marta para decirle que esa noche tampoco iba a salir. A los tres días mi aspecto había mejorado bastante, pero aún se notaban las huellas del “percance”, porque también me había salido una mancha color “azul cobalto”, muy de moda, eso sí. Tenía reunión con el señor Maravillas. No lo había vuelto a ver desde el día de LA PLANCHA, aunque habíamos hablado por teléfono y por mail varias veces. Las conversaciones se habían vuelto más frías y las bromas, más escasas. En realidad, tenía ganas de acabar ese trabajo y perderle de vista, aunque si os he de ser sincera, no pasaba ni un solo día en que no pensara en él. En el ascensor de su oficina vi mi mancha azul cobalto y caí en la cuenta que no podía decirle que me había escogorciado yo solita por culpa de los tacones. Me puse nerviosa. No se me ocurría qué podía decirle.
– Mila, ¿qué te ha pasado? Ésta era Sonia, la recepcionista.
– Ejem… un… accidente

– ¿De bici?
Iba a decirle que sí cuando apareció el señor Maravillas.
– Mila, ¿qué te ha pasado?
Se acercó a darme dos besos pero yo aparté la cara porque el lado derecho, joder, dolía un poco. Se quedó algo parado.

– No… es que me duele.
– Pero, ¿qué te ha pasado? Nos dirigíamos a una de las salas de reuniones. Y yo, sin saber muy bien por qué, le solté:
– Un atraco.
Y luego quise que se abriera un agujero y caer directamente en la línea 4 del metro. ¿Por qué narices le había dicho eso? Fue lo primero que se me pasó por la cabeza. Y claro, el se quedó a cuadros. Empezó a hacerme preguntas: cómo fue, estás bien, has hablado con alguien, que te han dicho en comisaría… y yo improvisaba e improvisaba y la historia me fue quedando atadita y creíble; una virguería de historia. “No, bueno, era un tío solo, no iba armado así que no sé de dónde saqué valor y me encaré con él. Eso le descolocó y por un momento pensé que me dejaría en paz”.
Aquí introduje algunos datos descriptivos con el fin de poner mi pequeño granito de arena para exculpar a los colectivos inmigrantes, que siempre son los que reciben (inciso: es como cuando en el telediario, os habéis fijado, siempre hablan de la nacionalidad de los atracantes y demás excepto cuando son de aquí)

– Era español. Iba bien vestido, no parecía un yonki ni nada por el estilo. Era jovencito, vestido así en plan rapero y pensé que era un niñato chulito y ya está.
Seguí mintiendo. Le dije que me pidió la cartera y mis pendientes en plan guais y que yo sólo le decía que no, que me dejara en paz y me daba media vuelta y trataba de correr, pero él me cortaba el paso; se volvía a poner delante y otra vez vuelta con la cartera y los pendientes. Empezó a darme empujones, yo me puse nerviosa pero seguía tercamente negándome, y eso que sólo llevaba 10 euros. Al final me agarró de un brazo y me apretó con fuerza:
– Dame la puta cartera y los putos pendientes o te hago una cara nueva.
En este punto de la historia el señor Maravillas estaba realmente flipando. “¿Y no pasaba nadie, ni un coche?"
– No, ya te he dicho que me metí en el puto parque para atajar y que estaba oscuro y los cuatro noctámbulos en zapatillas que pasean perros a esas horas estaban en la otra punta.
Seguí contándole que ahí sí que me acojoné y que con manos temblorosas saqué la cartera del bolso y me dispuse a sacarme también los pendientes. Y que entonces vio el reloj.

– Y el reloj también.
Y que ahí sí que no sé que me cogió, y le dije que no, que ni hablar, que el reloj era un recuerdo y que no se lo iba a dar. Y entonces el tío me apretó aún más fuerte el brazo y con la otra mano trató de sacármelo. Entonces yo le empujé… y él me pegó un puñetazo. No me caí al suelo pero empecé a gritar como una loca y cuando parecía que iba a volver a pegarme llegó un hombre mayor con un perro que ladraba como un histérico. El tío se acojonó y salió corriendo sin mi cartera, mis pendientes ni mi reloj.
Se hizo un silencio y entonces el señor Maravillas me miró y dijo:

– Pero Mila… ¿cómo se te ocurre plantarle cara de esa manera? ¿No ves que podría haberte hecho mucho más daño? ¿En qué estabas pensando? Además… ¿ése no es el reloj que nos regalaron los de Frigo?
Aish… efectivamente. Yo llevaba un reloj que nos habían dado a los dos en el penúltimo trabajo que habíamos hecho juntos, con el logo de Frigo, el corazón ése espantoso. Versíón chico y versión chica. Qué queréis que os diga, se me pasó el fashioneo hace tiempo; no tenía reloj y éste me parecía práctico y majete… Estuve a punto de seguir mintiendo, de decirle que ese día llevaba el bonito reloj que me había regalado mi abuela en su lecho de muerte… pero no me quedaban fuerzas. Me puse colorada y estaba a punto de confesar que todo era una gran bola cuando, de repente, el señor Maravillas dijo algo que me hizo pensar que había tomado mi rubor por otra cosa:
– Mila… no quisiste darle nuestro reloj… ¿porque era un recuerdo? Sólo en ese momento me di cuenta de que él también lo llevaba. Cuando nos lo regalaron nos lo pusimos riendo y diciendo que de tan kitch era bonito. Yo lo seguí llevando, pero él lo alternaba con un precioso NIXON que seguramente le había regalado su chica. Y entonces me cogió la mano y la apretó. – Eres… eres la hostia. Sonreía. Y yo me olvidé de mi mentira y de mi morado y sólo podía concentrarme en su mano sobre la mía. Yo también sonreí y dejé que él se creyera su mentira.

viernes, junio 09, 2006

AQUELLAS ABSURDAS COSAS DE LA ADOLESCENCIA


En la adolescencia hacemos muchas tonterías. Eso no es ninguna novedad. La novedad es encararse con ellas 15 años más tarde. Y eso he decidido hacer: amigos y amigas, aun a riesgo de que me déis puerta, hoy voy a confesar una lista vergonzosa de chorradas vitales de ésas que ya no se pueden cambiar, que forman parte de mi vida. No es que una haya dejado de hacer el primo, qué va (seguramente de aquí 15 años escribiré otra lista con las gilipolleces de los casi 30), pero ha llegado la hora del exorcismo. Yo Mila, confieso que de púber hice cosas como:
- Ir a un concierto de Roxette
- Hacer playback delante del espejo de mi habitación con el cepillo del pelo, imaginándome que cantaba "la fuerza del destino" delante de toda la clase.
- Comprarme (glups, éste es muy duro!) el primer disco de Mariah Carey (me he puesto roja y todo al escribirlo)
- Imaginar en clase de mates que en una excursión nos perdíamos el chico que me gustaba y yo en medio de un paraje inhóspito. Por supuesto, él aprovechaba la ocasión para declararme su amor incondicional (cosa harto difícil, teniendo en cuenta de que casi no hablábamos).
- Escribir un diario cursi a morir
- Coleccionar citas de ésas de "Si lloras por no poder ver el sol..." ¡Puaj!
- Admirar a todas mis compañeras de clase con "esa seguridad en si mismas" (en realidad eran unas pendonas desorejadas, hoy reconvertidas en sosas señoras, pero para mi eran diosas del saber estar).
- Depilarme con cuchilla y no con cera (aún hoy pago las consecuencias)
- Enamorarme siempre del más petardo de la clase, y ni aún así comerme un rosco.
- Ponerme roja como un tomate cuando algún chico sin gafas o aparatos en los dientes me pedía la hora
- Llevar un sombrero de paja a lo "Tom Sawyer" el primer día de clase en un cole nuevo. Aún me sobrevienen las risas algunas noches de insomnio, como una pesadilla crónica.
- Tener taquicardias antes de cada episodio de Luz de Luna (bueno, eso no estaba tan mal)
- Aceptar que mis primeros sujetadores fueran de un horrendo color carne sin rechistar
- Ir a cortarme el pelo, no ser capaz de detener a la peluquera en su arrebato de creatividad chusquera y salir convetida en Joey Tempest, el cantante de Europe.
- No encontrar el valor para decir a la señora de la tienda que esos tejanos apretados no me gustaban, por mucho que estuvieran de moda (haced la ecuación: Pelo a lo cantante de Europe + tejanos apretados-lavados a la piedra, of course- = a... )
- Y por último, pensar que me merecía ser taaaan desdichada por tonta y tímida.
Menos mal que alos 18 se me pasó la gilipollez. Ya me siento mejor. Gracias por escucharme.

viernes, mayo 26, 2006

LA PLANCHA

Cardos y no flores de colores, tábanos en vez de mariposas. Mierda y no de plastilina, precisamente. Así lo veo todo desde AYER.
AYER fue el día de la PLANCHA.
Tenía que llegar, porque lo sabía, porque estaba cantado y porque LA SUERTE es algo que, por mucho que se busque según los libros de autoaydua, es una PUTA LOTERÍA. Alguien vio al señor Maravillas antes. Bastante antes. Igual unos siete años o así.
El caso es que estaba lanzada. De verdad. No sé, me miraba de una forma, y al despedirse parecía que el beso duraba una décima de segundo más de lo normal. Yo pensaba “vale, no soy Poirot precisamente-os juro que fui coleguilla de la hija de un capo del narcotráfico y yo no sospeché de sus ponys en el jardín- pero creo que le gusto algo a este chico .
Durante un par de días seguidos quedamos por temas de trabajo. La segunda en un bar por iniciativa suya, y yo lo vi como una SEÑAL. En esas dos ¿reuniones? ¿citas? hablamos y hablamos y yo estaba al acecho como una quinceañera en las rebajas del Bershka, intentando pillarle algo desagradable: un tic feo, un comentario machista, una camiseta JBP… pero nada. Seguía siendo MARAVILLOSO.
Nos lo pasamos la mar de bien. Durante esas dos charlas me convencí de que, además de ESTUPENDÍSIMO el chico estaba más libre que Pichi, el pájaro de Heidi: ninguna de sus aficiones, hábitos o manías que salieron en la conversación dieron pie a pensar en un “nosotros” y no en un “yo”. A esas alturas mi corazón estaba a punto de salirse por la boca, ni House hubiera podido hacer nada al respecto. Estaba tan embobada con él que por un momento pensé que mi cara de idiota me delataría. Pero si hay algo que está claro, compañeros y compañeras (os lo dice esta piltrafa) es que NO SE PUEDE DAR NADA POR SEGURO SI NO LO SABES A CIENCIA CIERTA. A la mierda la intuición, las hipótesis y toda esa basura. Y perdonad por el vocabulario, pero es que estoy recogiendo los trocitos de mi corazón y pegándolos con celo, y en esas condiciones se puede consentir.
Bueno, a lo que iba, AYER iba a ser el día. Volvimos a quedar (siempre por trabajo) y yo estaba dispuesta a pedirle una cita “en toda regla”, aunque lo iba a disfrazar de improvisación. No es que de repente me haya sentido influenciada por el anuncio de la cocacola light, porque nunca he tenido demasiados problemas en llevar la iniciativa, pero ya os dije que con el Señor Maravillas me faltaba aplomo (iba a llamarle Señor Estafas, pero no sería justo, él nunca me mintió, simplemente obvió un dato). Y todo iba sobre ruedas: habíamos zanjado la corrección de los últimos textos y estábamos ya en ese punto en que la charla se vuelve intrascendentemente trascendente. Lo estaba llevando a mi terreno (quería que me acompañara al concierto de unos colegas que él conocía), cuando entró en la sala la recepcionista de su oficina:
–Tu chica al teléfono, dice que sólo es un momento.
El cuadro fue el siguiente: el tiempo se detuvo, la escena quedó congelada durante unos instantes. Hasta la recepcionista se quedó parada en una postura rara, con un pie fuera de la puerta y el inalámbrico en la mano. Él levantó la mirada y durante un segundo me miró a los ojos y luego bajó la vista. De su garganta salió su preciosa voz, algo temblorosa, diciendo:
–Ahora la llamo.
Bueno, al menos ésa es la percepción que yo tuve de ese momento. Porque fue eso, sólo un momento, pero yo en mi interior oí el sonido de un glaciar desplomándose, y eso que nunca he vivido esa experiencia de comunión con la naturaleza. Y la habitación se hizo gris mate y de repente sentí muchas ganas de gritar. La recepcionista se fue y por un momento parecía que él iba a balbucear algo así como una disculpa, por la manera en la que me miró, pero en realidad ¿de qué iba a disculparse, sino había hecho nada?.
Acabamos un poco precipitadamente la reunión y recogí mis cosas. Yo seguía haciendo mis bromas como si nada, porque fui a un cole de monjas y nos enseñaron a guardar las apariencias. Él parecía más serio que de costumbre. Me dio los dos besos de despedida y creí notar que apretaba mi antebrazo más de lo normal, pero seguramente son todo imaginaciones mía de niñata que leía demasiado el superpop en esa edad en que deberían prohibir que esa bazofia cayera en las manos de una.
Sé que no es para tanto, pero qué queréis que os diga, me había hecho ilusiones. Me da por pensar que si él supiera todas las tonterías que me había llegado a imaginar, se partiría la caja de la risa. Supongo que para él simplemente soy “esa chica tan maja que colabora con nosotros”.
Pero para mí es otro chico que valía la pena y que no llegó ni a proyecto. Con el añadido de que por primera vez siento que me han roto el corazón sin ni siquiera haber empezado nada.
Y por eso no hago más que escuchar a las Coco Rosie y hasta he soltado un par de lagrimitas fregando los platos.

jueves, mayo 18, 2006

LA JUVENTUD YA NO ES LO QUE ERA... Y OTROS DESENCUENTROS

Cuando uno cumple 29 años puede aceptarlo tan ricamente o tirarse a la alfombra del comedor y gritar desesperada, como fue mi caso. Digamos que llevo mal lo de cumplir años, aunque como bien dice mi amiga Mireia “peor sería no cumplirlos”. El caso es que una de mis estrategias para disimular tan trágico acontecimiento este año ha sido celebrarlo en el concierto de los Arctic Monkeys. Pensé que camuflada entre veintipocoañeros/as engañaría a mi subconsciente y, junto a la escasa luz del Razzmatazz que disimularía mis (incipientísimas) patas de gallo, me sentiría como si acabara de cumplir 24. Ah, bueno, y que me gusta la banda. O quizás debería decir “me gustaba”, porque la verdad es que me llevé una decepción. No entiendo por qué con una media de edad de 20, estos chicos se cansan tan pronto. ¿Qué fue de los conciertos de dos horas, donde yo (a mis lejanos, snif, 20) salía satisfecha, cansadísima y llena de orgullo de fan incondicional? ¿Qué ha pasado con los bises? ¿Ya nadie sabe lo que son? ¿Por qué ya no se grita “otra, otra”? Por qué los cantantes no se entregan fogosos a un speech chapurreando en la lengua vernácula? Allí estaban los cuatro monos tocando impecablemente y, en un periquete, dos sosos "gracias", un "hasta luego" (¿¡hasta cuándo!?) y c’est finie. Y eso que los veintipocoañeros de las primeras filas estaban entregadísimos a sus canciones y se comportaron como mandan los cánones en un concierto de rock: con gritos, saltos, mareos y algún que otro doble carpado sobre las cabezas ajenas.
Eso sí, por mucho que pretenda seguir como a los 21, lo de las primeras filas ya no me tira nada. Decidí subir al piso de arriba donde si adquirías una postura de contorsionista mandarín (amigo diyéi, pásame el hacha cuando acabes con “la puta palmera de la barra de La Riviera” para que proceda con las columnas del Razz), podías ver a sus majestades los sobrados. Cuando mi única esperanza de convertir la noche en algo inolvidable se sustentaba en la hipótesis de que a lo mejor los cubatas ya no serían de garrafón (cosa que, obviamente, no sucedió) constaté con agrado que mis percepciones iniciales habían sido erróneas: en el piso de arriba abundaban los rondadores/as treintañeros/as que ya no se sienten en la arena como en su casa. Y había más de los que yo esperaba.
Dejé a mi amiga Marta en una doble contorsión de gran dificultad y preciosista ejecución, cuyo objetivo final era mantener intactos mis 60 cm2 de suelo, para acercarme a la barra a por mi dosis de etanol. Allí me encontré al antiguo novio de una conocida. Él y su amigo, (que guardaba un cierto parecido con Jack de Lost aunque mucho más canijo y con más tatuajes en los brazos), me saludaron con una efusividad abrumadora. Parecían encantados con los Arctic, aunque desde donde estaban no se veía ni jota.
El concierto acabó pronto, prontísimo, más aún que si fuera horario de Sheffield, y Marta y yo nos fuimos con ellos a cenar. Y como una cosa lleva a la otra, al final lo de cumplir años no estuvo del todo mal y tuvo su guinda. Cuando CasiJack se fue a su casa me di cuenta de que tenía un mensaje en el móvil:
“Te he visto al salir dl koncierto y me he acerkado a saludarte, pero ibas muy deprisa y muy bien acompañada, señal que demuestra que los 29 te sientan la mar de bien. Muchas felicidades”
Era del Señor Maravillas.
Por mucho que me retorcí las neuronas, no conseguí recordar en qué estado de acaramelamiento salí del Razzmatazz. Debería estar mirando con ojos de idiota los fabulosos tatus de CasiJack y no me di cuenta de que por ahí estaba ÉL. ¡Cagüentodo! Paso casi cada minuto de mi existencia ejercitando mi poder mental para encontrarme con el señor Maravillas y un instante que me despisto, pierdo mi oportunidad. Me queda el consuelo de que al menos se acordó de mi cumpleaños. Se lo dije semanas antes, cuando compré la entrada. No me dijo que iba a venir, sino me hubiera pasado la noche desfilando entre la marea humana para dar con él… En el próximo concierto tendré que hacerme con unos prismáticos, como en la ópera. Y en cuanto a su comentario… ¿será retintín o simplemente una especie de cumplido de compromiso?
Uff, ni siquiera me atreveré a preguntárselo la próxima vez que lo vea.

viernes, mayo 12, 2006

SOLTERAS POR UN DÍA


Con una lamentable resaca y, lo que es peor, con una lamentable sensación de fracaso, me levanto, legañosa y aturdida y, café aguado en la mano, repaso la noche anterior. Y llego a la conclusión de que no tengo remedio. Todo empezó cuando mi amiga Maica, divertida, sexy, felizmente casada y mamá de buen ver me comenta que Pepe (su flamante y envidiable marido) y su hijo de anuncio Lluc se iban a pasar cuatro días en el pueblo de la familia política. Propuso una cena en su nidito de amor vacío, y se apuntó Itziar, terremoto felizmente arrejuntado e instalado en una también envidiable relación modélica. Las dos estaban exultantes, algo así como un preso a quien le conceden la libertad condicional diurna o como se diga. Lo que empezó como una cenita de niñas fue animándose y a los dos mojitos y medio, Maica casi gritó:
–¡Salgamos por ahí!
A Itziar le faltó tiempo para apuntarse:
–¡Me lo has quitado de la boca! ¡A morir!
Yo no estaba muy rumbosa, sobre todo teniendo en cuenta que con el día 16 llegaban mis 29 años, y eso me deprime sobremanera (los 9 siempre son psicológicamente arrolladores). Pero claro, decir que no a dos piezas con más energía que un red bull adulterado es prácticamente imposible. Sin tiempo a decir “voleu dir?”(¿queréis decir?) me vi sentada en el taburete del lavabo de Maica, quien, paleta de pinturas en mano, procedió a intentar embellecer mi taciturna expresión (por un instante, al ver el impresionante kit de maquillaje, temí que fuera a pintarme las Meninas en la cara). Revista femenina en mano, copió con esmero de monje chaolín el maquillaje de Diane Kruger mientras nos reíamos con lindezas revistiles como ésta: “los labios en rosa son muy femeninos, como si hubieras comido bayas frescas”. Miré los labios rojos de Itziar:
–Pues entonces tú has comido chorizo–le solté.
En fin, cuánta tontería impresa, pero de eso ya me quejaré otro día. La verdad es que Maica es mu apañada y me dejó monísima. Lo remató prestándome un top con un escote que desafiaba las leyes de la física.
–¡Y ahora, a encontrar a tu príncipe azul!
Yo me conformaba con un buen polvo, pero hay que poner siempre el listón bien alto.
–Está bien, pero nada de antros con Bisbal o Paquito el chocolatero
–Oye rica, que estamos casadas, pero no somos idiotas.
Así que nos plantamos en un club de lo más “in” (siempre había querido decir esta frase) y empezamos a puntuar al personal.
–Mira que manos–me dijo Maica que babeaba mirando al camarero.
–¿Oye, a ti no te gustan en plan modernete? –soltó Itziar señalando con la barbilla a un tipejo que se había vestido con más superposiciones que artículos tiene el Estatut.
–Uff, quita, quita, que parece que se haya escapado de un reportaje de wallpaper. Tiene que ser más normal.
La verdad es que yo no quitaba el ojo de la puerta; no podía dejar de pensar que de un momento a otro iba a entrar el señor Maravillas, que es lo que pasa siempre en las películas, series, y novelas, y como en el blur de “west side story”, todo desaparecería de nuestro alrededor excepto nosotros dos. El caería rendido a los encantos del rosa “bayas frescas” y yo, a los de su demoledora normalidad.
Pero claro, ya he dicho muchas veces que no vivimos en Jolibut, y aunque Barcelona de marcha es pequeña, sobre todo si compartes gustos musicales, por la puerta sólo entraban guiris de nariz colorada y algún que otro moderno altivo. Cuando me di cuenta, Maica e Itziar estaban hablando con sendos especímenes del sexo contrario de buen ver. Sentí pánico. Las vi tan metidas en materia que me entró una timiditis extrema. Sola, junto a la barra, empecé a beber el cubatilla como si fuera el colacao de la mañana.
–You have a lovely body–me soltó un inglés vestido como Julian Casablancas y que no parecía conocer la existencia del protector solar, a juzgar por el color "rosa baya" que exhibía su tez.
–And you have bad breath– le contesté con cara de mala leche.
Se fue soltándome un insulto. No se me acercó nadie más. Maica e Itziar me arrastraron al lavabo.
–Uff, qué pesado el mío, pero es majete–decía Maica.
–Pues el tal Jaume es farmacéutico–contaba Itziar.
–Al final le he dicho que estaba casada, porque iba a saco.
–Pues Jaume me ha dado su teléfono por si algún día lo dejo con Javier.
–Oye, Mila, ¿y a ti cómo te ha ido?
–¿“Go to hell” cuenta como éxito o fracaso?
–¿Eso es todo?
Eso era todo. En el taxi de vuelta me psicoanalizaron.
–Mila, has de estar más receptiva, no puedes ponerte borde con todo el que se te acerca.
–Así no avanzas–sentenció Itziar.
La vida es injusta. Ellas, con sus estupendas relaciones, se sienten seguras y relajadas, y atraen a los hombres más que Losantos las iras.
–No tenía la noche–fue mi excusa.
El taxi las dejó a cada una en su casa.
–Echo de menos a Pepe y a Lluc–suspiró Maica.
–Pasado mañana los tienes aquí–dijo Itziar–¡Qué mono, Javier!–añadió–Me acaba de enviar un SMS: “vuelve pronto, ratoncita, que la cama es muy grande sin ti”.
La última en llegar a casa fue la menda. Abrí la puerta de mi cuchitril y eché de menos un gato que se restregara en mis piernas, incluso sabiendo que me hubiera arruinado las medias. Me metí en mi cama demasiado grande. La habitación daba vueltas.
–Go to hell, señor Maravillas– le dije al techo. Caí en coma etílico.

jueves, mayo 04, 2006

AH, L'AMOUR!!!!!!!!!





Siento el retraso redactil pero es que… me he enamorao. Y ya sabéis qué siginifica eso. Tontería supina. Palpitaciones incontrolables y a destiempo. Horas delante del espejo tratando un mechón rebelde que afea. Sueños de dodotis (flores de colores, mariposas, plastilina).
Le he conocido por trabajo y nada más verle me dio un vuelco el corazón. Vaya, un flechazo de esos al más puro estilo jolibut. Rápidamente el escáner de mi cerebro le hizo el chequeo inicial (más superficial que los de sesiones posteriores, donde ya se comprueba, por ejemplo, si pierde aceite):


Guapo: lo justo.
Inteligente: bastante.
Sentido del humor: mucho.
Chulería: cero.
Manos: grandes.
Voz: preciosa.
Conexión: completa.
El escáner inicial –debo decir que es inconsciente- raramente se supera (siempre fallan los apartados “Sentido del humor” y “Chulería”, excepto aquella vez en que el fallo fue en “voz”: el pobre chico tenía el tono calcado al de Carmen Hornillos), pero esta vez los indicadores de mi cerebro pitaron y pitaron y las luces verdes de aprobado con nota casi me ciegan virtualmente. Entonces fue cuando mi corazón empezó a palpitar como un “caballo desbocado” por seguir con los símiles pastelosos, dado que delante de mí se encontraba un “futurible”, un posible, un digno merecedor de mi pálpito que tan reacio llevaba a manifestarse en los últimos casi tres años. Porque desde lo de Leo que no me enamoraba yo, que mi escáner últimamente estaba más difícil de pasar que el MIR. ¡Con lo enamoradiza que era yo a los 16; con sólo que un chico me dirigiera la palabra más allá de pedirme los apuntes, ya me caía la baba!.
La verdad es que apenas le conozco, de momento puedo contaros que tiene una capacidad casi jedi de concentración y parece estar siempre muy ocupado. Quizás es poco espontáneo, quizás es reflexivo, no sé, pero tiene una especie de obsesión con que se le entienda bien cuando habla. Y sobre todo, es extremadamente sexy, pero eso no me lo ha dicho mi razocinio, sinó más bien otra parte de mi composición anatómica, ubicada más o menos entre el pecho izquierdo y el esternón. Uff, me hechiza y me turba a partes iguales. No me veo capaz de mirarle estoicamente a los ojos, pero tampoco puedo dejar de hacerlo en aquellos escasos momentos en que me armo de valor.
Enamorada como una idiota. Un asco de enamoramiento, de verdad, una puta novela de Danielle Steel. Es como si todo en él fuera especialmente agradable a mis sentidos, incluso su olor, ese olor que debe tener la composición química infalible para que mis feromonas se pongan como locas cada vez que le veo.
–¿Cuántas veces te has acostado con él? –me preguntó la bruta de mi amiga Marta cuando le confesé así, a bocajarro, que me había enamorao.
Y precisamente de eso se trata. Que no hay manera de avanzar.
–Joder, ése es el problema; lo conozco por trabajo y nos hemos visto unas cuatro o cinco veces, más las llamadas o los mails… Y no sé gran cosa de él, sólo que conectamos en todo: en los chistes que hacemos, en la música que escuchamos, en la manera de entender el trabajo…
–Mmmm. Parece serio…
–Sí, totalmente. Por mucho que trate de bajar la imagen que me he formado de él del pedestal, buscándole fallos, incongruencias, defectos en su manera de ser, no lo consigo. Estoy irremediablemente enamorada.
–Bueno, ¿y cuál es el problema? Échale los trastos y ya está.
–No puedo. Ya te he dicho que estoy enamorada.
–No te entiendo–dijo Marta.
–Hay una gran diferencia entre que te guste alguien, y estar enamorada. Normalmente cuando me gusta un tío, voy a por él. Le pego un par de indirectas, quedamos y todo es muy fácil con media botella de vino en el cuerpo. Pero al “señor Maravillas” lo he conocido trabajando, y hablamos básicamente de trabajo, con retazos de vida por en medio como fortuitos, como que se escapan, pero no me atrevo a ir más allá.
–Y en esos “retazos de vida que se escapan”, ¿ha salido a colación alguna novia o mujer?
Y aquí llegamos al kit de la cuestión. No ha hablado de pareja. Pero tampoco ha dejado claro que no la tenga, con alguna alusión del tipo “uff, estoy cansado de tirar la comida de la nevera, siempre se me estropea…”.
Así que, o la tiene y le gusto y no me lo dice,
o no la tiene, no le gusto, y por eso no me lo dice,
o no la tiene y le gusto. Y eso sería lo más maravilloso del mundo mundial. Y también lo más imposible porque…. ¿cómo iba a seguir soltero el “señor Maravillas”?

jueves, marzo 30, 2006

LA PARADOJA

No es la primera vez ni la segunda que me pasa. Para ser sincera, debe ser la duodécima o así. Y el esquema se repite y se repite, y yo siempre pienso que esta vez será diferente, pero claro, me engaño. Las personas tendemos a reiterar los errores por culpa de una pasmosa capacidad amnésica, así que no varío mi estrategia de entrar a matar en una noche de ligoteo y que no es otra que la que utiliza media humanidad: ingesta desorbitada de alochol. Lo admito; sólo cuando los niveles de alcohol en mi sangre cuatriplican el máximo permitido por los alcoholímetros me atrevo a lanzarme. Digamos que el plan está urdido desde antes de salir de casa, pero la ejecución requiere de un pequeño empujoncito. Y el ataque frontal llega siempre cuando están a punto de confundirse las fricativas y las oclusivas en mi habla.

El panorama es el siguiente: noto que ha llegado la hora, y donde antes sólo había nervios, vergüenza e inseguridades, de repente veo un terreno perfectamente abonado para dejar que fluya lo que tiende a fluír y que, lógicamente, son los fluídos. Y allí va la Mila-que-siempre-da-el-primer-paso y antes de que mi lengua corra el peligro de trabarse por culpa de los lingotazos, la introduzco en la boca del candidato de la noche.
Hasta aquí la estrategia ha funcionado. Un 98% no pone ningua objeción y un 2% tiene un pequeño amago de sorpresa e incluso de reparo que se le pasa al cabo de 1’3 segundos. Una cita es una cita, y todos sabemos cómo queremos que acabe, aunque no nos pongamos de acuerdo en quién debe tomar la iniciativa.
El problema es que para llegar a esa comunión aplomo-morreo, no sólo yo ingiero las reservas con las que Bacardí ha forrado el bar de turno. Mi acompañante normalmente sigue mi ritmo para ir entrando en materia. Y claro, luego lo que no entra… es otra cosa.

De ahí, mis lloriqueos. De ahí la paradoja.

¡Ay, injusta madre naturaleza que pone alicientes a nuestro alcance para después quitarnos placeres!

martes, marzo 21, 2006

EL RARITO


He conocido a un chico rarito. Sé que eso no es una novedad, de hecho cualquier estudiante de psiquiatría podría hacer la tesis doctoral com mi agenda de los últimos siete años. Pero éste es rarito-tipo, rarito estándar. Rarito, rarito. Para empezar, no habla casi nada. Al principio hasta me pareció una ventaja, pero os aseguro que cuando una acaba recurriendo a la fealdad del estucado veneciano como tema de conversación en una primera cita-cena, algo no va bien.
El caso es que al principio pensé que si no hablaba demasiado era porque tenía un gran mundo interior hasta que no tuve más remedio que admitir que, simplemente, no tenía nada que decir. Se limitaba a mirarme mucho, como si me hiciera un escáner encefálico con los ojos, esos ojos tan bonitos que a mi me llegaron al alma cuando le conocí, y yo venga hablar de cómo ha subido el precio de la coliflor y los vegetales en general. Porque a esas alturas ya sabía que el cine le interesa psé, la literatura psé, la música psé…

Pero entonces, llegó la sorpresa. Cuando estaba ya a punto de ponerme a llorar en el restaurante a moco tendido, o a tirar la botella de vino al suelo, o a subirme la camiseta en plan guaraná para ver si le sacaba algo más que un “ahá”, va el chico y me suelta “tengo una boa constrictor”. Rápidamente descarté que se refiriera a un echarpe de plumas de talla pequeña cuando añadió “se llama Amanda”.

Y ahí empezó a largar: lo que come Amanda, lo que pesa, cuál es la técnica correcta para cogerla, de dónde es originaria, cómo se reproduce, hábitos alimenticios y métodos de ataque. Toda la cena. Ahora podéis llamarme ya Mila la experta en ofidios.

Así que la pasión de míster Rarito es Amanda la boa a la que, obviamente, me quiere presentar. Según parece, no debe darme asco, es más, me haré amiga de ella rápidamente si el primer día le traigo un pequeño roedor al que pueda estrujar y devorar. No tengo ninguna intención de conocer a Amanda ni de ver a Rarito nunca más. No es que me den miedo las serpientes (de hecho, cada vez que veo una me acuerdo con cariño de las sandalias Gucci de mi ex jefa); me dan miedo los hombres que duermen con una. Y además, seguro que la mira con esos ojitos que a mí me llegaron al alma.

viernes, marzo 03, 2006

¿QUÉ FUE DE…?


Me he topado con el blog sobre una tal Krinstin Jenkins y he sentido mucha rabia por no haber visto ninguna peli de ella. Por lo que dice biógrafo, parece un prodigio de diva de serie B. No es que yo esté muy puesta en el género cinematográfico, pero me encanta ver la pasión con la que su admirador habla de sus películas y de ella misma. Esa especie de adulación tan sincera, esa labor de tratar de recuperar su memoria merece un gran aplauso.
Como la Jenkins ésta, hay mucha gente de la que ya no sabemos nada. Siempre me venía a la cabeza dentro de esta categoría Pablo Abraira, pero justamente oí por la radio que saca un nuevo disco. Igual que Humberto Tozzi. ¿No deberían permanecer en la ausencia, a lo sumo recordados fervientemente por algún biógrafo nostálgico? Bueno, eso va a gustos, desde luego…
Hay otros ejemplos claros y clásicos: los Parchís, toda la panda de Verano Azul, Eva Nasarre, Verónica Mengod (aunque creo que hace publirreportajes), los Pecos….

De momento, gracias al ¿qué fue de..? de La Coctelera, hay muchos mitos del cine que ya podemos rastrear. ¡Qué raro que no hayan mencionado a la Jenkins aún!