martes, enero 29, 2008

EL DEPENDIENTE DE VIDEOCLUB QUE TARAREABA CANCIONES DE PUNK ROCK

Vaya por delante que mi videoclub no es ni "La Papaya Verde" ni "El séptimo sello tapes" ni nada por el estilo. Lo digo para tod@s aquell@s que os habéis hecho ya un romántico retrato robot del dependiente como un friki cinéfilo lleno de encanto y contrastada sapiencia fílmica. Mi videoclub es uno de esos locales espantosos donde hay cincuenta copias de la peli de estreno de turno que desafían el buen gusto exhibiendo el careto de Nicholas Cage y contribuyendo aún más a que la tarde de domingo sea deprimente, y una sola copia de una peli "menor", (ya no digo de culto, que de ésas no uso), lo que motiva verdaderas peleas en el barro para conseguirla. En mi vecindario de clase obrera los gustos van más por ahí, aiguess.
Sin embargo, el dueño es un tipo encantador y simpaticote que siempre me recomienda películas que no tengo ningún interés en alquilar. Desde hace algunos meses hay un dependiente nuevo por las tardes y los fines de semana. La primera vez que lo vi pensé que había puesto un anuncio en Mondo Sonoro en vez de en Infojobs, porque el chico parecía una estrella del pop-rock: flequillo, chapitas, pitillos, Vans y camisetas de rayas. Ese día comprobé con agrado dos cosas: que era muy mono y que en vez de la bazofia que ponen en la radio fórmula que el dueño tiene sintonizada a todo trapo, en el videoclub sonaba un cedé de los Ramones. Le devolví la película, me llevé otra y nada más.
A partir de ese día, cada vez que volvía y estaba él, constataba su buen gusto musical. Una tarde, sin embargo y para mi consternación, no era así. Y me salió del alma:
–– ¿Shakira? ¿Has cambiado a los Sex Pistols por Shakira?
–– ¡Calla, calla!––me contestó; y juraría que se sonrojó un poco––; se ha estropeado el cedé y sólo va la radio... Pero es una mierda.
Y la apagó.
Desde entonces las conversaciones fueron haciéndose un poquito más largas, nada espectacular. Un día me decía cosas como "Esta película está muy bien. Son historias cortas en París". Y yo miraba la carátula de "Paris je t'aime" donde pone "Historias de amor en la ciudad más romántica del mundo" y pensaba "pues sí, debe ir de eso" pero sólo le sonreía.

El gran salto cualitativo fue cuando por casualidad entré con las baquetas de batería asomando de mi bolso. Venía de mi clase de los viernes y me las había regalado mi profe. Sus ojos se abrieron tanto que sobrepasaron la montura de sus gafas de pasta:
––¿Tocas la batería?
Por aquel entonces yo llevaba cuatro clases escasas, así que tocar, tocar, no se puede decir que tocara mucho (paréntesis: ahora mi técnica baterística ha mejorado, lo cuál me hace muy feliz y muy molesta para los vecinos cuando practico en el taburete del lavabo, cierro paréntesis).
––Bueno, estoy aprendiendo. Acabo de empezar...
––Yo toco el bajo...
"Mierda––pensé–– Otro bajista. ¡Vaya suerte!" Estuve a punto de preguntarle si se llamaba Marc, pero me dio palo darle explicaciones del tipo "mi último novio se llamaba Marc, tocaba el bajo y vestía igual que tú".
Desde entonces siempre tenemos alguna breve conversación musical, hablamos de lo que suena, de lo que nos gusta, y lo hacemos de forma cómplice; como si el hecho de hablar de música en un videoclub nos convirtiera en una raza aparte.
Pero lo que hizo que pensara en él como en un futurible ocurrió hace unos días. Como se me había acabado el repertorio peliculero, encontré una excusa perfecta para acudir día sí día también al videoclub: la primera temporada de Prision Break, serie que no vi en su día. Al darle la carátula él se dirigió al ordenador y al mismo tiempo que me preguntaba: ¿apellido? yo ya le estaba cantando el número de socia, que no sé por qué me lo había aprendido el primer día: 1422.
Se quedó unos segundos parado, y justo cuando tecleaba el número añadí:
––C3PO de nombre.
Se rió un montón. Yo me reí con él. Y entonces dijo,
––A mi no me engañas. Ya sé cómo te llamas.
Y me dio el dvd.
Desde entonces, cada vez que entro en el videoclub me sonríe y me dice, "Hola Mila".


martes, enero 22, 2008

IT'S RAINING MEN

Empezó el 2008 y mi panorama amoroso era desolador. No pude evitar hacer recuento de los fracasos del año pasado, con Mario y Marc encabezando la lista y con algunos secundarios de relleno rubricándola, y me vi en el mismo punto de partida que hacía exactamente 365 días.
––Ala, aquí estamos otra vez, Mila. Prueba–error. Prueba–error. Y mientras, a dos velas.
Al señor Maravillas, ni le mento. El proyecto de trabajo conjunto quedaba en stand by por los siglos de los siglos y con ello, mis esperanzas de arrimarme a él.
––¿Y ahora qué hago yo? Quedaba claro que sólo cabía una respuesta: abrir bien los ojos.

El mundo está lleno de AF's, así que decidí ir a buscarlos. Y no han tardado mucho en aparecer, no. Claro que ya sabéis que no soy demasiado exigente; con que lleven los tejanos escurridos, o un jersey de rayas bonito, o un sombrero andrajoso, o una vespa destartalada, o toquen la guitarra ya flipo. Y sin nada de lo anterior, sólo con que me hagan reír (pero reír de verdad), me vuelvo tonta-tonta.


Al candidato número 1 (con el 2 en el post anterior) le abrí la puerta del despacho un día de diciembre que hacía mucho pero que mucho frío y llovía a cántaros. Yo trabajo de autónoma, pero comparto bonito pero gélido local en el barrio de Gràcia de Barcelona con un estudio de diseño y con una pareja de arquitectos (pareja-pareja). Los del estudio de diseño son 4 fijos y dos en prácticas que generalmente van cambiando cada seis meses.


En general la convivencia es buena y me llevo bastante bien con todo el mundo, aunque cada uno anda a su rollo. A veces vamos todos a desayunar al Costa Dorada, un bar donde Arnau, el dueño anarquista, hace los mejores bocatas de chorizo picante de la zona.


Como llegué la última al despacho, me colocaron al lado de la puerta. Eso significa que me paso los días haciendo de secretaria-recepcionista. Me ha costado lo mío hacerle entender a los mensajeros que "la firmita" no se la echará esta "anda bonita", sino el destinatario del paquete de turno.


Bueno, pues como iba escribiendo, una fría y lluviosa mañana de diciembre estaba yo sola en el despacho bien prontito porque tenía mucho trabajo. Debo decir que los profesionales liberales son de todo menos puntuales, o sea que quizás tampoco era muy prontito, pero el caso es que no había nadie más. Me puse delante del ordenardor, me encasqueté los auriculares, me cubrí las rodillitas con un super chal de lana y enganché el radiador a mi mesa. Recuerdo que escuchaba el Sky, blue sky de Wilco, (que descubrí gracias a Mr. Flow) porque me ayuda a concentrarme. Tecleaba con ahínco en el portátil: "La nueva línea de fotoprotectores ofrece toda nuestra experiencia al servicio de bla bla bla", temblaba viendo las fotos de escuálidas rubias en bikini que adornaban el catálogo en cuestión que estaba redactando y claro, me costó oír que alguien aporreaba enérgicamente a la puerta, porque el timbre no va.


Finalmente oí los golpes; me levanté molesta, porque estaba en plena inspiración marquetiniana y abrí de golpe. Delante de mi, un chico alto, delgado y con el pelo chorreando temblaba como una hojita de cannabis en un balcón de Tarifa.
––Hola ––castañeó ––Vengo a ver a Ricardo.
Le dije que pasara.

La estampa era lamentable. Él iba calado y yo, con el chal sobre los hombros, parecía la vendedora de fósforos. Le indiqué dónde estaba el baño para que se secara un poco y cuando salió se sentó en la silla de espera de la entrada. ¡Daba una penita!
––No tardará–le dije. Y me puse los cascos para seguir a lo mío. Dos días más tarde, entraba como diseñador en prácticas del estudio de mis vecinos.

¿Qué decir de él?
Lo primero, es deducible: joven, bastante joven, aunque quienes me conocéis sabéis que eso nunca me ha importado. Lo segundo es más relevante para lo que nos ocupa: es mono y simpático. Lo tercero es fundamental: me mira de reojo.

Lo he pillado más de una y dos veces. Una tarde al salir del trabajo cogimos el mismo autobús y empezamos a charlar. Luego coincidimos una segunda vez y me di cuenta de que había sido un encuentro sospechoso. O sea, que me esperaba. Eso hizo que me subiera un cosquilleo por la columna vertebral. "Cuando le diga que tengo 30 años, se comprará una Bronton para darme esquinazo", pensé. Pero se limitó a decir: "No los aparentas para nada", y el cosquilleo llegó hasta la nuca.


Poco después, ya a finales de diciembre los del estudio organizaron la cena de Navidad. Me invitaron a ir con ellos. Si no hubiera estado el becario, seguramente habría puesto alguna excusa; pero acepté encantada. Cuando ya estábamos sentados en la mesa, llegó Ricardo.
––Acabo de recibir un mensaje de Néstor y no puede venir. Tiene fiebre.
Néstor es el becario, claro.
"Puta gripe. ¿Y ahora qué hago yo aquí?"–pensé compungida. Cené con la sensación de mala suerte rondándome y antes de que cerrara el metro ya estaba en casa.

El último día antes de las vacaciones, Néstor apareció por el despacho.
––¿Qué tal la cena? ––fue lo primero que me dijo–– Me dio mucha rabia perdérmela...
––Bien... normal... yo me fui pronto. Creo que tus compis hicieron algo más de daño.
––El día que vine por primera vez... ¿te acuerdas?
––¿El día del diluvio universal?
––Ése. Pues supongo que pillé una buena...
Me reí acordándome.
––Parecías un pollito.
––Y tú la abuela de fabada Litoral.
––¿Lo dices por el chal o por la edad?
––Por el chal, claro.
Empezó a caminar hacia su mesa, pero antes me dijo:
––Aunque a ti te queda mejor.

Y éste, queridos y queridas, es uno de mis futuribles presentes.
El otro, el del videoclub, lo dejo para otro día.

sábado, enero 19, 2008

CAMBIO DE LOOK

Hola, hola, hola. El 2008 hace ya semanas que empezó y yo no he entrado en él estrenando ni ropa interior roja, ni cambio de trabajo, ciudad o peinado, ni mucho menos estrenando novio. Pero como podéis ver, el Manual sí que está de estreno. Estuve a punto de poner una mini encuesta de esas para preguntar si os gusta mucho, poco o rián, pero me lo he pensado mejor no vaya a deprimirme o, aún peor, no vaya a deprimirse mi queridísimo friki-friend Jordi, artífice de este cambio de look (gracias flor), y que tiene un blog épatant.
A mi, of course, me encanta. Al pobre lo he mareado bastante, hasta que ha conseguido entender qué quería decir yo conceptos como “limpio, con algún toque de color pero no soso”. Una pesadilla. Yo que siempre me quejo de los “briefings” que me pasan los clientes, y me he destapado como la peor encargadora del mundo.

En realidad el nuevo diseño pretende ser una declaración de intenciones; hacer renacer el Manual y retomar mi obligación escritoril con más energías y sobre todo, más asiduidad. Especialmente ahora que tengo dos proyectos de ligue en ciernes y que necesito consejo aunque sea para poder decir luego que no siempre me equivoco yo…


¿Dependiente del videoclub o Diseñador en prácticas en el despacho compartido?

Esto sí que es una encuesta.