jueves, junio 22, 2006

QUÉ FÁCIL ES MENTIR... Y QUÉ BIEN ME SIENTA.

He pasado unos días en plan seta, encerradita en casa pasando calor y lloriqueando por las esquinas por mi mala suerte con los tíos y bla, bla, bla. Tuve un par de válvulas de escape: las Sleater Kinney en el Primavera (hacía mogollón que no iba a un concierto en que me supiera absolutamente todas las canciones, qué gozada) y los Antònia Font en el Auditori, maravillosos como siempre. Me entró la reflexión manida pero cierta de cuánto bien hace la música, cómo reconforta a los espíritus marchitos y otra vez cursilería y bla, bla, bla. El sábado pasado, no obstante, decidí que ya estaba harta de mi duelo autoimpuesto: me calcé unos taconazos y salí a la calle dispuesta a comerme el mundo. Lo único que me comí fue el último peldaño de la escalera de casa: tropecé a causa de mi inexperiencia con los 10 cm (de tacón, que de lo otro tuve una experiencia algo traumática hace ya tiempo) y acabé con un chichón y sangre en el labio. Durante unos segundos pucheré como una niña pequeña, a punto de dejarme vencer por la autocompasión más miserable y por la sensación de rídículo; pero pensé que aún podría ser peor. Podría, por ejemplo, entrar algún vecino en la portería y verme con la cara hecha un mapa. Con la cara a lo Hillary Swan volví a casa, tiré los putos zapatos a la papelera y llamé a Marta para decirle que esa noche tampoco iba a salir. A los tres días mi aspecto había mejorado bastante, pero aún se notaban las huellas del “percance”, porque también me había salido una mancha color “azul cobalto”, muy de moda, eso sí. Tenía reunión con el señor Maravillas. No lo había vuelto a ver desde el día de LA PLANCHA, aunque habíamos hablado por teléfono y por mail varias veces. Las conversaciones se habían vuelto más frías y las bromas, más escasas. En realidad, tenía ganas de acabar ese trabajo y perderle de vista, aunque si os he de ser sincera, no pasaba ni un solo día en que no pensara en él. En el ascensor de su oficina vi mi mancha azul cobalto y caí en la cuenta que no podía decirle que me había escogorciado yo solita por culpa de los tacones. Me puse nerviosa. No se me ocurría qué podía decirle.
– Mila, ¿qué te ha pasado? Ésta era Sonia, la recepcionista.
– Ejem… un… accidente

– ¿De bici?
Iba a decirle que sí cuando apareció el señor Maravillas.
– Mila, ¿qué te ha pasado?
Se acercó a darme dos besos pero yo aparté la cara porque el lado derecho, joder, dolía un poco. Se quedó algo parado.

– No… es que me duele.
– Pero, ¿qué te ha pasado? Nos dirigíamos a una de las salas de reuniones. Y yo, sin saber muy bien por qué, le solté:
– Un atraco.
Y luego quise que se abriera un agujero y caer directamente en la línea 4 del metro. ¿Por qué narices le había dicho eso? Fue lo primero que se me pasó por la cabeza. Y claro, el se quedó a cuadros. Empezó a hacerme preguntas: cómo fue, estás bien, has hablado con alguien, que te han dicho en comisaría… y yo improvisaba e improvisaba y la historia me fue quedando atadita y creíble; una virguería de historia. “No, bueno, era un tío solo, no iba armado así que no sé de dónde saqué valor y me encaré con él. Eso le descolocó y por un momento pensé que me dejaría en paz”.
Aquí introduje algunos datos descriptivos con el fin de poner mi pequeño granito de arena para exculpar a los colectivos inmigrantes, que siempre son los que reciben (inciso: es como cuando en el telediario, os habéis fijado, siempre hablan de la nacionalidad de los atracantes y demás excepto cuando son de aquí)

– Era español. Iba bien vestido, no parecía un yonki ni nada por el estilo. Era jovencito, vestido así en plan rapero y pensé que era un niñato chulito y ya está.
Seguí mintiendo. Le dije que me pidió la cartera y mis pendientes en plan guais y que yo sólo le decía que no, que me dejara en paz y me daba media vuelta y trataba de correr, pero él me cortaba el paso; se volvía a poner delante y otra vez vuelta con la cartera y los pendientes. Empezó a darme empujones, yo me puse nerviosa pero seguía tercamente negándome, y eso que sólo llevaba 10 euros. Al final me agarró de un brazo y me apretó con fuerza:
– Dame la puta cartera y los putos pendientes o te hago una cara nueva.
En este punto de la historia el señor Maravillas estaba realmente flipando. “¿Y no pasaba nadie, ni un coche?"
– No, ya te he dicho que me metí en el puto parque para atajar y que estaba oscuro y los cuatro noctámbulos en zapatillas que pasean perros a esas horas estaban en la otra punta.
Seguí contándole que ahí sí que me acojoné y que con manos temblorosas saqué la cartera del bolso y me dispuse a sacarme también los pendientes. Y que entonces vio el reloj.

– Y el reloj también.
Y que ahí sí que no sé que me cogió, y le dije que no, que ni hablar, que el reloj era un recuerdo y que no se lo iba a dar. Y entonces el tío me apretó aún más fuerte el brazo y con la otra mano trató de sacármelo. Entonces yo le empujé… y él me pegó un puñetazo. No me caí al suelo pero empecé a gritar como una loca y cuando parecía que iba a volver a pegarme llegó un hombre mayor con un perro que ladraba como un histérico. El tío se acojonó y salió corriendo sin mi cartera, mis pendientes ni mi reloj.
Se hizo un silencio y entonces el señor Maravillas me miró y dijo:

– Pero Mila… ¿cómo se te ocurre plantarle cara de esa manera? ¿No ves que podría haberte hecho mucho más daño? ¿En qué estabas pensando? Además… ¿ése no es el reloj que nos regalaron los de Frigo?
Aish… efectivamente. Yo llevaba un reloj que nos habían dado a los dos en el penúltimo trabajo que habíamos hecho juntos, con el logo de Frigo, el corazón ése espantoso. Versíón chico y versión chica. Qué queréis que os diga, se me pasó el fashioneo hace tiempo; no tenía reloj y éste me parecía práctico y majete… Estuve a punto de seguir mintiendo, de decirle que ese día llevaba el bonito reloj que me había regalado mi abuela en su lecho de muerte… pero no me quedaban fuerzas. Me puse colorada y estaba a punto de confesar que todo era una gran bola cuando, de repente, el señor Maravillas dijo algo que me hizo pensar que había tomado mi rubor por otra cosa:
– Mila… no quisiste darle nuestro reloj… ¿porque era un recuerdo? Sólo en ese momento me di cuenta de que él también lo llevaba. Cuando nos lo regalaron nos lo pusimos riendo y diciendo que de tan kitch era bonito. Yo lo seguí llevando, pero él lo alternaba con un precioso NIXON que seguramente le había regalado su chica. Y entonces me cogió la mano y la apretó. – Eres… eres la hostia. Sonreía. Y yo me olvidé de mi mentira y de mi morado y sólo podía concentrarme en su mano sobre la mía. Yo también sonreí y dejé que él se creyera su mentira.

18 comentarios:

Ella dijo...

Buaaaaaaaaaaah, madre mia!!!!!!, menuda historia Mila, menuda historia.
Lo del reloj me ha encantado...
Aiinns nena, no se, a mi este chico me descoloca (que ya me he leido todo tu blog y ya lo ubico en el tiempo/espacio), tanta sonrisita, tanta miradita, tanto comentario...grrr
Bueno, ya sabes, zapas converse para salir la próxima vez y te ligas a un moderneti...
Un besillo

INTHESITY dijo...

Snif snif, los clinex, los clinex, cuanto sentimiento y cuanto romanticismo, hay feeling con el sr. maravillas o solo me lo ha parecido. Porque es el primer poste que te leo, luego seguiré por la tarde, eso si me deja tiempo el día, que hay que preparse para ver a los patxi fernandez en el MetroRock.
Sólo una duda? el Sr. maravillas no leerá tu blog, porque le da un esparabán a la cuarta linea.
Y a lo de los mercadillos y el vintage si, en unos días te preparo algo, pero no será de copipeguin como el de las rebajas.
chau

Jordi dijo...

Oye, que el señor maravillas ese es un mamón vamos... Menos reloj y las cosas más claras. Si quieres a un hombre como la capa de un peine aqui tienes uno.

Abogadaenbcn dijo...

Mila, ya se te echaba de menos!

Oye, está claro... lo tienes en el bote....

Vencido dijo...

La frase "Yo también sonreí y dejé que él se creyera su mentira" es escalofriante. ¿Cuántas veces han dejado que me creyera mis propias mentiras? Seguro que muchas.

De todas maneras, todo sigue pintando muy bien. No bajes la guardia que le vas teniendo en su punto. ¡Suerte!

Luisru dijo...

Excelente post, como siempre. Mila, si actualizases más a menudo te convertirías en una superestrella de la blogosfera.

Carmen dijo...

Esto se está poniendo al rojo vivo... ¡mucho mejor que las novelas de Murakami!
Por cierto dos cosas, ¿crees en el destino? ¿porqué crees que él también llevaba el reloj?
Yo solo sé que si las mentiras son "piadosas" pues, ¡viva las mentiras!

djflow dijo...

Su estupenda historia inventada a marhas forzadas me ha recordado a mí mismo en muuuuchas ocasiones, pero nunca suficientes.
Mentir es un placer de dioses, querida mía...

ScullyMD dijo...

Pedazo historia te montaste!!! Pero mu buena, la verdad!!! Ya veo que te salen pretendientes como 'objetivo', que están al quite... así que no desesperes, que al final seguro que encontramos a nuestro príncipe... y el señor maravillas, por cierto, eso de darte la manita... mmmmm, da qué pensar...

Lurka dijo...

Mila, no te puedo creer!!. Mira que comerte el suelo cuando te quieres comer el mundo...Ya se que por algo se empieza, pero no así mujer.;-))
De todos modos solucionaste muy bien el papel de cara al señor maravillas, y gracias a eso descubriste que él lleva el reloj de la Frigo por ser un recuerdo tuyo...Lo tienes en el bote!! Pero tendrá que espabilarse porque alguien que se ríe de si misma como tú haces en este post también es estupenda y maravillosa, y encima sin pareja

Anónimo dijo...

Mila Escribes bien, sueñas y vives tus sueños, sientes y haces sentir, cuida lo que sale de ti...

mila dijo...

aish, la verdad es que sobre pantalla la historia queda más mona que lo que recordaba yo la semana pasada, cuando aún me palpitaba la sien por culpa del hostión. Cuando el sr. Maravillas (que no sabe que existe este blog ni conoce a nadie real que lo sepa a parte de mi, que soy-una-tumba) me cogió la mano fue sólo un instante, pero suficiente para que toda mi resolución de Maria Antonieta de pasar de él se fuera a la porra. No sé cómo ir más allá, creo que he agotado el recurso de las mentiras (señor diyéi, es un placer pero arriesgado!), pero gracias a todos/as por los ánimos. Ya se me ocurrirá algo.
Objetivo: ¿la capa de un peine)

Jordi dijo...

La capa de un peine

Lo decían en el pueblo de mi madre, allà en las Hurdes.

En la iglesia guardaban un peine que tenía enganchados los pelos de no sé que santo, enb plan reliquia y lo envolvían en una capa o un mantel o algo así para guardarlo. Entonces decir la capa de un peine es como decir que algo mola un montón. O algo así.

Claro que eso era en el pueblo.

djflow dijo...

Señorita Mila ¿acaso hay algún placer que no acarree riesgos?

Anónimo dijo...

Joder tia he estado viendo tu perfil y parece mentira que coincidadamos en tantos gustos, en peliculas solo te añadiria Pulp Fiction y lo podria firmar y radiohead me flipa por supuesto, ademas de pixis, red hot, etc y siempre he sido de las pipas de girasol

mila dijo...

Bueno,señor diyéi el Ben & Jerry's chocolate fusion es un placer sin riesgos... bueno, quizás para la linea y la hiperglucosa. Don Objetivo, me ha flipao usted con las hurdes y sus folclóricas costumbres, aunque lo de los pelos de santos da un asquito...
Señor admirador, a mi me gusta más REservoir dogs y las pipas de girasol son lo más grande que ha dado la madre naturaleza después de los berberechos y la cerveza.
gracias a todos/as por los ánimos!

Anónimo dijo...

Vaya cojones. Bueno, perdón, que sean ovarios.
No sé si es mejor que te atraquen en serio o montar por segunda vez una historia como esa.

Androide Paranoide dijo...

Si estaba cantado que a Mr.Wonders se le caía la baba. Este culebrón (inventado o no) engancha/descojona cosa mala.
Plases.